Las piedras del rayo ¿Regalo de los dioses?

  

 Hachas pulimentadas
Hachas pulimentadas

 

LAS PIEDRAS DEL RAYO, ¿REGALO DE LOS DIOSES?

El Museo del Ejército conserva una amplia y variada colección de fondos entre los que se encuentran seis hachas de piedra pulimentada pertenecientes al período Neolítico y Mesolítico. Expuestas en una de las vitrinas que inician el recorrido de la Sala “Los ejércitos antes del Ejército”, se datan entre el 5000 y 3200 a.C.

En la actualidad no dudamos de que son producto del dominio de una tecnología prehistórica que permitió a los pobladores neolíticos dotarlas de una funcionalidad diversa. Pudieron tener un uso armamentístico al ser empleadas como hachas de guerra y fueron útiles que, una vez enmangados, sirvieron como hachas para la tala de árboles y la obtención de tierras de cultivo que permitieron el desarrollo de los primeros asentamientos estables de la historia de la humanidad. 

A partir del siglo XIX, en las excavaciones arqueológicas realizadas con criterios científicos, las hachas pulimentadas aparecieron formando parte de poblados y ajuares funerarios, despejando con ello toda duda de su atribución cultural. Pero no siempre fue así.

Ante lo desconocido y lo inexplicable el ser humano siempre ha reaccionado con asombro y fascinación, buscando una explicación racional a lo que en principio parece no  tenerla. ¿Qué eran esas piedras pulimentadas de colores singulares que a veces se encontraban en los campos? Por sus formas perfectas y por sus superficies brillantes se entendía que no podían haber sido fabricadas por el hombre ni ser un capricho de la naturaleza. En ese afán de encontrar una explicación ante lo desconocido, la sabiduría popular las llamó Piedras del Rayo porque imaginaban que surgían del contacto del relámpago con la tierra. Eran “hijas del rayo”, provenían de las entrañas del cielo, donde habitaban los dioses y estaban revestidas de poderes sobrenaturales que servían de talismán protector contra las enfermedades y las devastadoras tormentas.

Las fuerzas mágicas de las que se creía que surgían hicieron que desde el mundo antiguo se consideraran piedras de los dioses, regalos que enviaban a los hombres para su protección. El mismo Zeus tenía por atributo un haz de rayos con el que podía destruir o crear. Los romanos las llamaban ceraunias, nombre derivado del vocablo griego que significa trueno, y así fueron conservando este carácter mágico que a lo largo de los siglos se hizo un hueco en las creencias populares.

Colocadas en el suelo de la casa con el filo hacia arriba evitaban que el rayo cayera en ella, atadas a la pierna izquierda de la parturienta procuraban un buen parto, restregadas por la ubre de la vaca la curaban de los endurecimientos que malograban la leche y si el pastor las llevaba en el zurrón, le salvaguardaban de la tormenta y protegían al rebaño. 

Las hachas pulimentadas, las piedras del rayo, han conservado hasta el presente ese halo de misterio relacionado con los cuerpos celestes. En algunos pueblos de España todavía se pueden encontrar formando parte del pavimento de entrada a las casas o colgadas en los establos para proteger a los animales. Son hachas prehistóricas, herramientas fabricadas por el hombre hace unos 7000 años, tan perfectas en su ejecución que nos pueden seguir pareciendo “obra de los dioses”.

                                          Esther Rodríguez López