Contemplando el mar bravío, me puse a considerar las vueltas que han dado al mundo, y las que faltan por dar". Esta letrilla popular nos remite a la constante presencia del hombre en el mar, que ha ido evolucionando a medida que los avances científicos y técnicos permitían un mayor dominio de las aguas.
Esta evolución se refleja en la curiosa iconografía de esta medalla perteneciente a los fondos del Museo del Ejército, realizada por el conocido grabador de la Casa de la Moneda Gregorio Sellán para celebrar la primera vuelta al mundo de una fragata acorazada, la española Numancia. En ella aparecen un escorpión y una a balanza, símbolos zodiacales de Escorpio y Libra, en alusión a las constelaciones que llevan sus nombres, conocidas desde tiempos muy antiguos. Ya el griego Ptolomeo había recogido cuarenta y ocho constelaciones en una obra recuperada por los astrónomos árabes y, siglos después, las estrellas más brillantes de cada constelación, fácilmente identificables por los marinos y conocidas como estrellas náuticas, se utilizaban para situar las embarcaciones en alta mar y para verificar su rumbo.
Además de la bóveda celeste, la medalla representa una sección del globo terráqueo, en la que aparecen América del Sur y el Océano Pacífico, escenario de los episodios protagonizados por la fragata Numancia. A mediados del XIX, cuando las naciones se rearmaban y competían por desarrollar avances técnicos, el Ministerio de Marina financió la construcción de seis fragatas blindadas, entre las que se encontraba la Numancia, tratando de volver a los tiempos en los que la Armada Española había sido una de las mejores del mundo.
Entregada por los astilleros franceses de Tolón en 1864 a cambio de algo más de ocho millones de pesetas de la época, la Numancia fue uno de los barcos más poderosos de su tiempo. Se propulsaba mediante una máquina de vapor de tres mil setecientos caballos, y contaba con una dotación de unos seiscientos hombres. El 4 de febrero de 1865 partió de Cádiz, para unirse a la Escuadra del Pacífico, que había surgido como un intento de estrechar lazos con las naciones latinoamericanas, efectuando visitas diplomáticas y realizando estudios científicos. Sin embargo, surgieron desavenencias tanto con Perú como con Chile, que desembocaron en una guerra, con episodios como el bombardeo español del puerto chileno de Valparaíso y del peruano de El Callao, que Pérez Galdós recoge en su obra La vuelta al mundo en la "Numancia", incluída en los Episodios Nacionales.
Como resaltaba el 20 de abril de 1870 en el diario madrileño El País un tripulante de la Numancia, el teniente de navío Emilio Pardo Figueroa, "los navegantes más experimentados de Europa y América desconfiaban de los blindados como buques impropios para emprender largas navegaciones, y todos fijaban su atención a ver qué marina era la que, más osada, emprendía la resolución del temeroso problema". Finalmente tal honor le correspondió a la fragata española, que, tras el fin del conflicto armado, regresó a Cádiz a través del Pacífico, el Índico y el Atlántico, completando un viaje alrededor del mundo de dos años, siete meses y seis días de duración. Después de una escala en Tahití, donde los navegantes pudieron recuperarse del escorbuto sufrido por la falta de alimentos frescos, la Numancia llegó a Manila, cruzó el mar de la China, dobló el cabo de Buena Esperanza y llegó a Río de Janeiro, desde donde puso rumbo a España. El largo y sufrido viaje de sus tripulantes fue reconocido por la Real Orden de 20 de enero de 1868, que mandaba acuñar esta medalla.
Ainhoa López de la Cuesta