Una pieza imperial. Los cañones viajeros de Loeffler.

  

 Composición. UNA PIEZA IMPERIAL.- Los cañones viajeros de Loeffler. Museo del Ejército.
Composición. UNA PIEZA IMPERIAL.- Los cañones viajeros de Loeffler. Museo del Ejército.

La artillería también fue arma fundamental durante el siglo XVI, y por lo tanto el Emperador Carlos I tuvo mucha necesidad de este tipo de armas a lo largo de su reinado. Uno de los principales encargos de artillería para el Emperador se realizó en agosto de 1541. Concretamente se encargaron 104 cañones de diferentes calibres y tamaños que se debían de entregar en un plazo de veinte meses. Estando entre ellos 24 cañones que debían de tirar pelotas, proyectiles, de cuarenta libras de peso (18,5 kgr.). En 1543 se encargó  otro conjunto de piezas, en este caso 152 ejemplares, 27 del modelo más grande que tiraba proyectiles de cuarenta libras.

 

El encargado de realizar todos estos pedidos fue Gregory Loeffler. Este personaje desarrolló parte de su producción en la ciudad de Augsburgo, al sur de la actual Alemania, durante la primera mitad del siglo XVI. Fue Artillero Real del Archiduque de Austria Fernando I, hermano de Carlos I, y que más tarde sería Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. La calidad de los materiales utilizados, especialmente el estaño de Hungría, como la forma y calibres de las piezas que fundía, fueron dos de los principales factores de su éxito.

 

Gran parte de esos encargos se enviaron a su legítimo dueño, junto a un gran contingente de artillería capturada en las guerras contra los luteranos de la Liga de Esmalcalda. Este gran conjunto de artillería llegó a Flandes a finales de los años 40 del siglo XVI. Allí se embarcaron con destino a diferentes zonas y plazas del Imperio, aunque la mayor parte fueron destinadas a la defensa de la Península Ibérica.

 

Al frente del traslado estuvo el artillero e ingeniero Luis Pizaño, como Capitán General de Artillería interino, arribando en varios barcos hasta Laredo y San Sebastián en 1550. Desde donde, con carros y bueyes, fueron trasladadas a diferentes emplazamientos y arsenales como Burgos, San Sebastián o Pamplona.

 

Una de las principales características de estas piezas, además de su calidad, es que fueron las que marcaron las tipologías de la artillería utilizada por los Austrias españoles. En primer lugar con la colocación de asas en el tubo y la culata en forma de delfines; el cincelado del escudo imperial en el primer cuerpo; y la colocación en la faja de la culata una inscripción con el año de fabricación, número de orden y el año de fundición. Tal y como el asiento o contrato marcaba:

 

“lten que en las dichas piezas y en cada una dellas haya de poner y ponga nuestras armas como las ha puesto en las otras piezas que antes de agora ha fundido para nos y que asimismo ponga en ellas nuestro nombre y el año en que se funden y que en lo que toca á las labores que han de llevar escuse las que mas pudiere para que sean lisas como quiera que han de quedar con hornamento y buen parecer”.

 

Como también se indica en el texto, se eliminaban las decoraciones innecesarias, dejándolas exclusivamente en la boca y en algunos anillos de transición. El escudo y las inscripciones que según el texto deben de figurar, aparecen en la misma, así como el orden de la pieza, Nº XXIIII. Por tanto esta pieza es una de las contratadas en 1543, ya que está fechada en 1546, y debido a su peso, 52 quintales (2.400 kilogramos aprox.), de las de mayor calibre.  El museo posee otras tres piezas del mismo calibre y fundidor, fechadas entre 1542 y 1546.

 

                 GERMÁN  DUEÑAS  BERAIZ

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