Un prototipo de pieza de artillería de la colección fundacional del Museo.
A partir del siglo XVIII se empezaron a establecer reglamentos para la fabricación de la artillería. Es decir se establecían cláramente la forma, tamaño, calibre y funciones de las diferentes piezas de artillería que cada pais utilizaba. Estos datos se facilitaban a los diferentes establecimientos fabriles, fundiciones o fábricas de cañones de cada nación, para que las fundieran o forjaran en base a esos datos.
Ello provocó que muchos artesanos, inventores o ingenieros emprendieran una carrera para lograr crear piezas que fueran especialmente útiles o eficaces, y podérselas ofrecer al Rey como una mejora notable frente a la artillería de sus enemigos de cada momento. Y por lo tanto conseguir de esa manera el favor real que iba acompañado de prebendas, títulos y cargos. A partir del siglo XIX ese papel quedó relegado para los empleados, normalmente militares e ingenieros destinados en las diferentes Maestranzas y fábricas oficiales, que eran los encargados de diseñar y probar diferentes piezas que supusieran un avance respecto de las de los demás paises.
Pero todavia en algunas ocasiones se dieron casos de personajes que siguieron buscando este camino de ascenso social y profesional en el diseño y aprobación como arma para la dotación del ejército, mediante la aprobación de las autoridades militares y artilleras del momento, y como no del propio Rey. Quienes asistían a pruebas y ensayos en diferentes campos de tiro situados en las cercanías de la Corte como muestra de las bondades de la pieza presentada.
Este es el caso de un pequeño obús de montaña que fue creado por el cordobés Manuel Gutiérrez de Salamanca y del Valle Toledo y Fernández de Córdoba (1745-1820). Este personaje tuvo una rápida carrera militar que compaginó con la de inventor, destacando en la creación de diferentes máquinas de guerra que ayudaron en el asedio de Gibraltar de 1780, aunque también fue maquetista; escritor, etc.
La pieza que mostramos aquí es una pequeña pieza de artillería fundida en bronce con ánima peroide y antecarga, de calibre de a 4 libras, y pequeños muñones. En la zona del cascabel posee un orificio por el que se introduce una rabera de madera que posibilita su movimiento de elevación. En la parte superior del tubo en diferentes zonas de arriba abajo aparecen diferentes inscripciones CARLOS IIII, en el cuerpo central un motivo vegetal entrelazado y alrededor el texto DEL EXCMO SR. DUQUE DE LA ALCUDIA. En el cuerpo central el nombre del diseñador GUTIERREZ DE SALAMANCA y el nombre de la pieza EL DUQUE VRILLANTE Mientras que en la rabera aparece la fecha de fabricación AÑO DE 1793. En el lateral de uno de los muñones figura el peso: 94 libras (43.24 kgr.). La pieza está montada en una pequeña cureña de marina de cuatro ruedas con llantas de hierro.
En 1793 Manuel Gutiérrez de Salamanca presentó un diseño de obús de montaña de pequeño tamaño y relativo poco peso, que presentó al entonces Rey Carlos IV, y sobre todo a su valido, Manuel Godoy, por entonces Secretario de Estado o del Despacho, y figura ya clave en la corte española. Ese es el motivo del nombre de la pieza y de la colocación del escudo y del título nobiliario que pertenecía al propio Godoy. Gutiérrez de Salamanca consiguió que su prototipo fuera aprobado para el servicio en la Real Artillería española, tal y como lo demuestra la existencia de algún ejemplo en las colecciones del propio Museo.
Además consiguió algunas recompensas por su diseño como ser designado Coronel de Dragones, y poco después fue nombrado miembro de la Orden de Carlos III (1794). Siendo éste, sin duda, uno, de los dos modelos de la pieza diseñada que conservamos, y que ofrecería a Godoy, Duque de la Alcudia, como muestra. Quien a su vez, lo regalaría al nuevo Real Museo Militar (1803), cuya creación fue promovida por el mismo Godoy. Manuel Gutiérrez de Salamanca por su parte fue herido pocos años más tarde, durante la Guerra de Independencia, en la defensa de Madrid, 1808.
Germán Dueñas Beraiz