El Museo del Ejército acoge, en su Sala de Fotografía Histórica, algunos ejemplos de cartes de visite, pequeños retratos fotográficos sobre soportes de cartón que circulaban de mano en mano y de álbum en álbum durante la segunda mitad del siglo XIX. Estas fotografías portátiles, atractivas en su época tanto por su formato como por sus precios, se compraban para coleccionar personajes reseñables, o se intercambiaban con la familia y conocidos. Sin embargo, al mostrar sólo sus anversos, ocultamos en nuestra exposición parte del objeto. Por ello, aquí las giramos, les damos la vuelta para poder ofrecer al lector-visitante otro punto de vista.
En el anverso de una de estas carte de visite veríamos la pose del personaje, su estatus social, la calidad de la fotografía. Sin embargo, en los reversos se despliega toda una con información textual y visual cuyo fin es atraernos hacia un determinado gabinete fotográfico, hacernos desear ser retratados a la moda con el fin de intercambiar la imagen obtenida con nuestra red social. Del tamaño de un teléfono móvil, estas imágenes eran, de alguna manera, el Instagram de la época.
Aunque la información de los reversos evoluciona mucho a lo largo del siglo, lo más común es encontrar en ellos varios elementos. Por una parte, la identificación manuscrita del personaje - importante si entendemos que las colecciones de cartes de visite podían contar con centenares de retratados-, así como algunas dedicatorias, lo cual demuestra que se intercambiaban con fines sociales. Por otra parte, los reversos suelen tener información publicitaria del gabinete fotográfico, que va desde fórmulas más simples, en las que sólo aparece el nombre y la dirección, hasta otras más historiadas, como la que vemos en este ejemplo de Fotografía Franco-Catalana. En la mentalidad de la época, al recibir o comprar uno de estos retratos, en caso de que nos gustase, le daríamos la vuelta para ver quién lo ha hecho y, quizá, nos haríamos retratar por el mismo fotógrafo. En algunos casos, para atraer al público, el autor se publicita en los reversos como “fotógrafo de sus majestades” o de personajes relevantes, o anuncia que ha ganado premios en exposiciones artísticas, lo cual avala su calidad y prestigio y le hace deseable para el consumidor.
En algunas cartes de visite, como en la Poujade que mostramos, el espacio publicitario es, además, de reivindicación, ya que el fotógrafo nos recuerda que su labor no es sólo técnica, sino también artística. Se trata de un “pintor fotógrafo”, filiación común en la fotografía, que desde su invención defiende su valor como arte, y no sólo como herramienta. Era común, además, que los nuevos fotógrafos fuesen antiguos pintores y miniaturistas reconvertidos, ya que, en los primeros momentos de la fotografía, fotógrafo no se nace, sino que se hace. En esta carte de visite, para incidir en su labor como pintor, Poujade se sirve también de un atractivo logo en el que paleta y pinceles conviven con la cámara fotográfica. Aprovecha igualmente el soporte para recordar que, tras el posado, el gabinete conserva los negativos para facilitar ulteriores copias del retrato, que se podrán comprar por el módico precio de unos 6 reales en España.
Como ocurre con estos dos ejemplos, muchas de nuestras fotografías merecen ser vistas “al revés”, revelando lecturas que no veríamos contemplando sólo parcialmente la imagen. Con estos reversos, les invitamos a venir al museo y a mirar diferente, a ampliar el objetivo. A observar, quizá, desde otros punto de vista.
María Moreno Rodríguez