Este 2021 que está a punto de terminar se ha celebrado el Año Europeo del Ferrocarril, que, en palabras de la comisaria de Transportes de la Unión Europea, “ha conformado nuestro rico pasado común”. La primera línea férrea europea se abrió al público entre Birmingham y Liverpool el 27 de septiembre de 1827, y diez años después se inauguraba el primer ferrocarril español, en la isla de Cuba.
En esa inauguración del camino de hierro de La Habana a Güines estuvo presente el catalán Miquel Biada, nacido en Mataró y que había hecho fortuna en Cuba, quien concibió la idea de enlazar su localidad natal con Barcelona, lo que ocurriría finalmente en 1848. A partir de entonces el tren jugó un papel fundamental en España, con la creación de un sistema radial con base en Madrid, mediante la concesión por el Estado de la construcción y explotación a nuevas compañías, como MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante), Norte y Ferrocarriles Andaluces, que revertirían al Estado años después. La importancia social del fenómeno del ferrocarril se refleja en las numerosas medallas conmemorativas de las distintas líneas, como las que se incluyen en la colección de Antonio Romero Ortiz, que forma parte de los fondos del Museo del Ejército. El coleccionista reunió piezas acuñadas en distintas décadas del siglo XIX, que nos permiten asomarnos a la sociedad del momento.
Así ocurre con la medalla emitida por el Ayuntamiento de Barcelona para conmemorar su enlace con Mataró, que recoge la bendición del tren y del primer tramo de la línea, el 28 de octubre de 1848, y en la que aparecen representados, además de los obispos de Barcelona y Puerto Rico, el capitán general, el gobernador civil, alcaldes y otras autoridades civiles y militares. Se encargó al pintor Claudio Lorenzale y fue grabada por Miguel Jubany.
Las iniciativas en materia ferroviaria estaban asociadas a las más altas autoridades del país, como pone de relieve el decreto publicado el 25 de abril de 1856 en la Gaceta de Madrid (antecesora del BOE), por el que la reina Isabel II, “en solemne testimonio de mi vivo y constante anhelo por los adelantos, engrandecimiento y futura prosperidad de la Nación”, ordenaba que fuese el general Baldomero Espartero, entonces presidente del Consejo de Ministros, quien inaugurase en su nombre los ferrocarriles del Norte y de Zaragoza.
Nuestro museo conserva la medalla acuñada en recuerdo de la inauguración de la línea férrea de Zaragoza a Madrid, y como recompensa a los batallones 2º y 3º, al de Artillería y a los Bomberos de la Milicia Nacional de Zaragoza que intervinieron en el tendido de la línea. A ella se une la medalla que conmemora la inauguración en Valladolid del ferrocarril del Norte, en la que un tren viaja sobre un puente, bajo la vigilancia de un ojo radiante, que puede identificarse con la Divina Providencia o con uno de los símbolos masónicos, a cuya difusión contribuyó también el ferrocarril.
Casi un cuarto de siglo después, en 1879, salía de Madrid un tren que inauguraba oficialmente la línea directa de Madrid a Ciudad Real. En la medalla conmemorativa, obra del escultor y grabador en hueco José Esteban Lozano, aparece una iconografía común a muchas piezas de la época. Se trata de la representación alegórica de la Industria, como una mujer vestida al modo clásico, y del Comercio, mediante la representación del dios Mercurio, al que se reconoce por su sombrero y sandalias alados, y por su vara o caduceo.
El tren que hoy promueve la Unión Europea como medio de transporte sostenible comenzó hace dos siglos a recorrer nuestro país a través de esos caminos de hierro que tanto influyeron en la modernización de la España del siglo XIX.
Ainhoa López de Lacuesta