En el antiguo Museo de Artillería, ubicado en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid, se podía contemplar en una de sus salas principales la gran colección de modelos de artillería expuestos sobre grandes mesas de madera. En aquella época, no se consideraba necesario proteger estas piezas en el interior de una vitrina. Estos pequeños cañones fueron entrando en los fondos del Museo fundado en 1803, en su primera sede del Cuartel de Monteleón, utilizado como Parque de Artillería, con el objetivo de cumplir una de sus principales finalidades, la educativa. Con vistas a mejorar la formación de los artilleros, las fundiciones y maestranzas de artillería de todo el reino tenían como obligación enviar modelos de artillería de sus producciones o prototipos para crear un corpus de material didáctico que facilitara el estudio a los aspirantes a oficial artillero. Junto a estas piezas a escala se podían contemplar las maquetas de fortificaciones de la colección Montalembert, que, años después, se segregarían para formar parte del Museo de Ingenieros.
Entre los ejemplares que, con el paso del tiempo, fueron engrosando la colección del Museo, ya en su sede del antiguo Salón de Reinos, se encontraban también algunas muestras de artillería naval, como este modelo de carronada montado en lo que simula la borda de una fragata. Las carronadas son piezas artilleras procedentes de la ciudad escocesa de Carron, de donde toman su nombre, y fueron fabricadas originalmente por la Carron Iron Company. Diseñadas por el teniente general Robert Melville en 1754, no empezaron a producirse hasta 1774. Las características más destacadas de estas piezas son, por un lado, el material empleado en su fundición, el hierro, y por otro, su pequeño tamaño, ideal para el combate entre naves a poca distancia. Técnicamente, la existencia de una cureña con rail para absorber el retroceso del disparo favorecía su manejo por la tripulación, junto al sistema de amarre con sogas que fija la pieza a la borda. Para dar más realismo, la pieza se presenta en la cubierta superior de una fragata, construida en madera, con la porta articulada con bisagras, lo que permite su exhibición abierta o cerrada.
La Armada española estuvo al tanto de esta innovación y artilló algunos de sus navíos con estas piezas. En la batalla de Trafalgar de 1805, algunos buques de la flota combinada franco-española, como el San Leandro, lograron desarbolar parcialmente a un navío inglés gracias a sus carronadas de cubierta.
Precisamente en la novela Trafalgar, incluida en el primero de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, el gran escritor español hizo uso por primera vez de términos específicos, en este caso de artillería naval, para dar veracidad histórica y técnica a su relato, consciente de que va a ser leído no sólo por un público consumidor de folletines y novelas por entregas, sino por entendidos en la materia, y lo que es más importante, por marinos veteranos que no serán indulgentes con el mal uso de la terminología naval. En su minuciosa descripción del Santísima Trinidad, donde embarcará el protagonista, Gabriel Araceli, para ser testigo y actor en el la batalla, el gran escritor canario hace referencia al armamento del mayor navío de línea de su época: “tenía sobre sus costados, cuando yo lo vi, ciento cuarenta bocas de fuego, entre cañones y carronadas”.
El modelo de carronada naval puede visitarse habitualmente en su ubicación original, la sala temática de Artillería del Museo del Ejército aunque, en la actualidad, se ha incorporado a la exposición temporal que con el título de “Galdós en el Museo del Ejército: La guerra de la Independencia a través de los Episodios Nacionales.”, se celebra en la sala de exposiciones temporales del museo, donde permanecerá hasta el 27 de marzo de 2022.
ENRIQUE RONTOMÉ NOTARIO