Las Cortes Constituyentes españolas eligen a Amadeo de Saboya como rey de España

  

 Retrato al óleo del rey Amadeo I de Saboya. Anónimo del siglo XIX (1871). Museo del Ejército.
Retrato al óleo del rey Amadeo I de Saboya. Anónimo del siglo XIX (1871). Museo del Ejército.

16 de noviembre de 1870

Las Cortes Constituyentes españolas eligen a Amadeo de Saboya como rey de España.

 

 

El reinado de Amadeo I fue el primer intento de poner en práctica la monarquía parlamentaria en el país.

 

Amadeo I de España, llamado «el Rey Caballero» o «el Electo» nació en Turín el 30 de mayo de 1845, y murió en la misma ciudad el día 18 de enero de 1890.

 

Fue rey de España desde el 2 de enero de 1871 hasta el 11 de febrero de 1873 (había sido elegido rey de España por las Cortes Constituyentes en 1870, tras la deposición de Isabel II en 1868).

Su reinado en España, de poco más de dos años de duración, estuvo marcado por la inestabilidad política. Los seis gabinetes que se sucedieron durante este período no fueron capaces de solucionar la crisis, agravada por el conflicto independentista en Cuba, que había comenzado en 1868, y una nueva guerra carlista, iniciada en 1872.

Su abdicación y su regreso a Italia en 1873 condujeron a la declaración de la Primera República Española.

 

MÁS DATOS SOBRE AMADEO DE SABOYA:

Últimos meses de su  reinado​:

Tras el intento de asesinato contra su persona (sufrió un atentado a medianoche, en la Calle Arenal de Madrid), Amadeo I declaraba su angustia ante las complicaciones de la política española "No entiendo nada, esto es una jaula de locos".

La situación no parecía mejorar, debido al estallido de la Tercera Guerra Carlista y del recrudecimiento de la Guerra de los Diez Años en Cuba. Además, al empezar 1873, la coalición gubernamental, presa de fuertes fricciones entre los partidos que la conformaban, se separó definitivamente, presentándose por separado a las elecciones.

Hubo un gran conflicto entre Ruiz Zorrilla y el Cuerpo de Artilleros. El presidente había manifestado su decisión firme de disolver dicho organismo militar, bajo amenaza de dimitir, y el Ejército propuso a Amadeo I que prescindiera de las Cortes y gobernara de manera autoritaria.

La tradición madrileña asegura que al mediodía del 11 de febrero de 1873 le comunicaron al rey Amadeo I su "despido" mientras esperaba su comida en un restaurante de Madrid. De inmediato, Amadeo recogió a su familia, renunció al trono​ y, sin esperar la autorización de los diputados (según exigía el artículo 74.7 de la Constitución de 1869), se refugió en la embajada italiana.

Amadeo escribió su mensaje de renuncia, que leyó su esposa. No lo dirigió al presidente del Consejo de Ministros, sino a la representación de la Nación. Decía así:

"Al Congreso:

Grande fue la honra que merecí a la Nación española eligiéndome para ocupar su Trono; honra tanto más por mí apreciada, cuanto que se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado. Alentado, sin embargo, por la resolución propia de mi raza, que antes busca que esquiva el peligro; decidido a inspirarme únicamente en el bien del país, y a colocarme por cima de todos los partidos; resuelto a cumplir religiosamente el juramento por mí prometido a las Cortes Constituyentes, y pronto a hacer todo linaje de sacrificios que dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creía que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban a mi vista en las simpatías de todos los españoles, amantes de su patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desgarran sus entrañas. Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos largos años ha que ciño la Corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males. Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien prometió observarla. Nadie achacará a flaqueza de ánimo mi resolución. No habría peligro que me moviera a desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles; ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta, como yo, el vivo deseo de que en su día se indulte a los autores de aquel atentado. Pero tengo hoy la firmísima convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos. Éstas son, señores diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores. Estad seguros de que al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía. Amadeo.

Palacio de Madrid a 11 de febrero de 1873.

(Texto de BOLAÑOS MEJÍAS, Carmen: El reinado de Amadeo de Saboya y la monarquía constitucional. Madrid, UNED, 1999, pp. 238-239)"