28 de abril de 1503
BATALLA DE CERIÑOLA
La batalla de Ceriñola tuvo lugar el día 28 de abril de 1503. Fue un enfrentamiento bélico ocurrido entre las tropas francesas y españolas, con victoria de estas últimas, durante la segunda guerra de Nápoles, en lo que hoy es la ciudad de Ceriñola (Cerignola).
Mandaba a los franceses, (fundamentalmente caballería pesada y piqueros suizos), Luis de Armagnac, conde de Guisa, duque de Nemours y virrey de Nápoles (desde 1501), y a los españoles Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán.
Aunque Gonzalo Fernández de Córdoba se enfrentaba a fuerzas superiores, había conseguido muchas ventajas estratégicas gracias a su cuidadosa preparación de la batalla, pues había ocupado las alturas de Ceriñola, y atrincherado sus soldados con empalizadas, fosos y estacas. Además, también su artillería estaba mejor situada que la francesa.
Una de las características más sorprendentes de la batalla, fue la extrema rapidez con la que se desarrolló. Desde la primera carga francesa hasta la rendición, apenas transcurrió una hora.
El 28 de abril de 1503 fue teatro de la batalla que acabó con la importante victoria de los tercios del Gran Capitán contra los franceses, consolidando los derechos de Fernando el Católico al Reino de Nápoles y otorgándole la soberanía. En esta batalla, según diversos autores, había muchos catalanes, uno de ellos es Cristòfor Despuig, que después de la batalla pone en boca del gran Capitán : ".. Essos dos caballeros ... si no fuese por ellos no tuvieramos hoy ... qué comer..."
- Fecha: se llevó a cabo el día 28 de abril de 1503
- Lugar: Ceriñola (Cerignola), en Apulia, (Apuglia), Italia. Ver imagen del mapa, al final de este artículo.
- Resultado: Victoria española
Las guerras italianas, también conocidas como "las grandes guerras italianas" y "las guerras de Italia", fueron una serie de conflictos sucedidos entre 1494 y 1559 que implicaron, en distintas ocasiones, a los principales Estados de la Europa Occidental: Francia, España, Sacro Imperio Romano Germánico, Inglaterra, la República de Venecia, los Estados Pontificios y la mayoría de las ciudades-estado italianas, así como el Imperio Otomano.
Inicialmente se trató de una disputa dinástica acerca de los derechos hereditarios de Francia sobre el Ducado de Milán y el Reino de Sicilia Citerior, pero las guerras se convirtieron rápidamente en luchas territoriales y de poder entre los distintos participantes, que estuvieron marcadas por juegos de alianzas, contra-alianzas y frecuentes traiciones.
La batalla de Ceriñola (28 de abril de 1503) fue un enfrentamiento bélico ocurrido entre las tropas francesas y españolas, con victoria de estas últimas, durante la segunda guerra de Nápoles, en lo que hoy es la ciudad de Cerignola (provincia de Foggia, en la Apulia o Apuglia, situada en el “talón” de Italia) en aquella época era una pequeña villa sobre un cerro y protegida por un foso y un talud levantado por las tropas españolas allí acantonadas.
Las fuerzas españolas estaban formadas mayoritariamente por infantería, compuesta por arcabuceros, ballesteros, coseletes, y piqueros. En cuanto a la caballería, llamaba la atención, pues era escasa en comparación con otros ejércitos, y estaba formada por caballería ligera y caballería pesada. La artillería disponible constaba de unas 13 piezas dispuestas en una pequeña colina que se elevaba tras el foso y el talud (formado a su vez por la tierra extraída al cavar el foso) que protegían Ceriñola.
Los arcabuceros, en primera línea, estaban dispuestos en dos grupos de unos 500 hombres cada uno tras el talud que seguía al foso excavado y en varias trincheras situadas delante del foso. Tras ellos y en el centro se agrupaban unos 2500 piqueros alemanes. A ambos lados de los piqueros se habían situado sendos grupos de unos 2.000 coseletes y ballesteros cada uno. Tras los coseletes y hacia los flancos, se colocaron los dos grupos de unos 400 hombres de caballería pesada, mandados por Próspero Colonna y Pedro de Mendoza.
Finalmente, en la colina en la que se encontraba la artillería, se situó un grupo de 850 hombres de la caballería ligera, dirigidos por Fabrizio Colonna y Pedro de Pas, ambos bajo mando inmediato del Gran Capitán, que tenía desde allí una visión completa del campo de batalla. La misión de la caballería ligera era evitar que las tropas francesas copasen a la infantería española en caso de conseguir romper las defensas y atravesar el talud.
Por lo tanto, aunque Gonzalo Fernández de Córdoba se enfrentaba a fuerzas superiores, había conseguido muchas ventajas estratégicas gracias a su cuidadosa preparación de la batalla, pues había ocupado las alturas de Ceriñola, y atrincherado sus soldados con empalizadas, fosos y estacas. Además, también su artillería estaba mejor situada que la francesa.
Las fuerzas francesas seguían manteniendo un concepto de batalla casi feudal, con preponderancia de las cargas de caballería pesada, y con un alto número de mercenarios (en este caso suizos), pero, al mismo tiempo, contaban con más artillería que los españoles. Esta paradoja sería constante en la primera mitad del siglo XVI en todos los ejércitos franceses.
En el caso de Ceriñola, las tropas francesas, mandadas por el duque de Nemours y virrey de Nápoles, se agrupaban en cuatro grandes bloques. En vanguardia, estaba la caballería pesada, separada en dos grupos de unos 1000 jinetes cada uno. En ella, al mando inmediato, se encontraba el propio duque de Nemours. Tras ellos se situaron 3000 piqueros mercenarios suizos, mandados por Chadieu. Inmediatamente después, en otro gran grupo de 3000 hombres, se situó la infantería gascona. Al frente de la infantería se situaron las 26 piezas de artillería de las que disponían. Finalmente, la caballería ligera, mandada por Yves d'Allegre, aguardaba tras todos ellos orientada hacia el flanco izquierdo en el sentido de avance de las tropas.
El Gran Capitán, conocedor del entusiasmo de los franceses por las cargas de caballería, había ideado una estratagema que consistía en provocar una carga y atraer la caballería francesa hasta el alcance de la artillería y los arcabuceros españoles, para infligir desde el primer momento el mayor daño posible al enemigo con el mínimo coste. De este modo, cuando la tarde empezaba a caer, la caballería española salió a campo abierto y simuló una carga contra los franceses.
Tras una breve escaramuza, los españoles fingieron la retirada, perseguidos por la caballería pesada francesa, que antes de llegar al foso y el talud, se encontró inesperadamente con las trincheras de vanguardia en las que se agazapaba parte de los arcabuceros, que inmediatamente abrieron fuego, al igual que hizo la artillería. Esto provocó un retroceso momentáneo de la caballería francesa, que se lanzó entonces en paralelo al talud y hacia la izquierda, tratando de buscar una vía de entrada a los parapetos del flanco derecho español. Durante este recorrido, la caballería francesa fue destrozada por el fuego de los arcabuceros españoles, muriendo en ese momento el duque de Nemours, que fue alcanzado por tres disparos.
Todo el Ejército francés se lanzó entonces a la batalla, emplazando su artillería en vanguardia de la infantería, y disponiéndose los tres grandes bloques restantes en posición diagonal con respecto al foso y al talud que protegían a las tropas españolas.
En plena batalla, la artillería española quedó inutilizada al explotar accidentalmente toda la pólvora. El Gran Capitán, testigo del desastre de su artillería, animó inmediatamente a sus tropas diciendo «¡Ánimo! ¡Estas son las luminarias de la victoria! ¡En campo fortificado no necesitamos cañones!»
La infantería francesa entabló combate entonces con las tropas españolas, pero fueron diezmados por el fuego incesante de los arcabuceros. El jefe de los piqueros suizos, Chadieu, cayó también muerto. Cuando la proximidad de la infantería francesa fue demasiado peligrosa para los arcabuceros, el general español les ordenó retirarse a la vez que ordenaba avanzar a los piqueros alemanes, que se enfrentaron en combate cerrado a los suizos y gascones, rechazándolos finalmente.
Por último, y ante el desastre francés, el Gran Capitán ordenó a todas sus tropas abandonar las posiciones defensivas y lanzarse al ataque. La infantería francesa fue rodeada entonces por los ballesteros, arcabuceros, coseletes y por la caballería pesada española, sufriendo un gran número de bajas. La caballería ligera española se lanzó a su vez contra la caballería ligera francesa, al mando de Yves d'Allègre, que se vio obligado a huir. Ante esta circunstancia, la caballería ligera española también cargó contra la infantería francesa. Las tropas francesas, ante el tremendo castigo que estaban sufriendo, acabaron por rendirse.
Durante la batalla, los arcabuceros españoles efectuaron un total de unos 4000 disparos.
La derrota francesa en Ceriñola, junto con la batalla de Seminara ocurrida la semana anterior, en la que las tropas españolas de Fernando de Andrade y Hugo de Cardona vencieron al Ejército francés de D'Aubigny en Calabria, supuso un giro a la situación de la guerra en Nápoles: a partir de este momento serían las fuerzas españolas quienes tomarían la iniciativa en el transcurso de la guerra, haciendo retroceder a los franceses hacia el norte.
Por primera vez en la historia, una infantería provista de arcabuces logró derrotar a la caballería en campo abierto. El general español aplicó un sistema de contención-contraataque, fundado en la utilización de las armas de fuego con finalidad fijante y de perturbación de la carga de caballería francesa, añadiendo además una acertada elección de la ocasión y el terreno (incluyendo su preparación) donde presentar batalla. Además, el Gran Capitán demostró una vez más que un ejército formado por unidades más pequeñas e independientes proporcionaba "una movilidad que suponía una ventaja determinante en batalla con respecto a ejércitos agrupados en bloques más numerosos", como el mandado en aquella ocasión por el duque de Nemours.
A pesar de que hasta entonces los ejércitos españoles, al igual que los de otras potencias europeas, estaban basados en el uso masivo de la caballería, herencia de las guerras de la Reconquista, esta nueva infantería estaba estructurada en unidades creadas por el Gran Capitán y llamadas CORONELÍAS, las cuales, una vez probada su gran eficacia en batalla, serían la semilla de los célebres TERCIOS ESPAÑOLES durante las décadas siguientes.
Entre los militares más prestigiosos del reinado de los Reyes Católicos destaca don Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán. Miembro de la casa de Aguilar, entró con doce años al servicio del Príncipe don Alfonso.
Tras el fallecimiento del príncipe, don Gonzalo fue llamado por la Reina Isabel para incorporarse a su servicio.
Casado con su prima Isabel de Montemayor, pronto quedó viudo y sin descendencia, dedicándose al oficio militar desde ese momento.
Concretamente fueron las guerras de Granada donde se produjo su incorporación en el ejército, destacando en la toma de Illara y en el sitio de Tájara.
El Señorío de Orvija, determinadas rentas sobre la seda y la encomienda de la orden de Santiago, fueron las recompensas obtenidas por los excelentes servicios prestados a la Corona.
Italia sería el nuevo frente abierto tras Granada. La invasión francesa de Nápoles motivó la participación española en el conflicto en ayuda del rey napolitano, siendo don Gonzalo el militar elegido para encabezar los ejércitos. Tras dos años de lucha, don Gonzalo consigue una exitosa victoria, obteniendo el sobrenombre de Gran Capitán, así como el título de Duque de Santángelo.
La firma del Tratado de Granada en 1500 ponía aparentemente fin a las disputas entre España y Francia por el territorio napolitano. Ambos países se repartían el reino meridional italiano: la zona norte correspondía a los franceses mientras la sur a los españoles .
Tras la inesperada ruptura por parte de los franceses del Tratado de Granada, por el que el reino de Nápoles quedaba repartido entre España y Francia, el duque de Nemours forzó a las huestes del Gran Capitán a batirse en retirada y refugierse en la ciudad de Barletta, en 1502. A la espera de refuerzos, las tropas españolas se dedicaron a practicar salidas nocturnas y emboscadas contra los franceses, táctica heredada de la guerra de Granada y que exasperaba a los franceses, que no estaban acostumbrados a ese tipo de enfrentamientos.
Finalmente, tras la victoria de la escuadra española del almirante Juan de Lezcano sobre la francesa del almirante Prijan en la batalla de Otranto, el Gran Capitán pudo reforzarse con lansquenetes alemanes, con los cuales se lanzó a la ofensiva en la primavera de 1503.
- Programa Miles
- Wikidata
- Wikipedia