31 de marzo de 1578: asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Don Juan de Austria.

  

 Óleo. Retrato de don Juan de Austria. Museo del Ejército.
Óleo. Retrato de don Juan de Austria. Museo del Ejército.

El día 31 de marzo de 1578 se produjo el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria (este último se encontraba en Flandes, al ser gobernador de los Países Bajos).

El hecho tuvo lugar en Madrid, en la Calle de la Almudena, y  es uno de los crímenes más famosos cometidos en esta ciudad. Cuatro siglos y medio después, una placa colocada  en una fachada que hace esquina con la calle Mayor nos lo recuerda.

Aquel 31 de marzo, a  las nueve y media de la noche y al doblar una esquina, un grupo de delincuentes atacó a Escobedo por sorpresa, dándole una estocada mortal.

Tras este crimen se escondía un complicado plan de embustes y traiciones que implicaban al mismísimo rey Felipe II, quien fue traicionado por su propio secretario, Antonio Pérez, al mentirle sobre los supuestos planes de don Juan de Austria, de casarse con María Estuardo y volver a España para derrocar al gobierno y al mismo rey Felipe II y ocupar él el trono. Al contarle toda esta trama, le solicitó su consentimiento, (por el bien de España, según le dijo), para eliminar al principal obstáculo: Juan de Escobedo. Convenció al rey de que Escobedo era la mano derecha de los planes de don Juan, y eliminándolo a él, eliminarían todos esos planes, y  el rey Felipe II seguiría en su puesto.

Se piensa que tanto Antonio Pérez como la princesa de Éboli influyeron bastante en el rey, y pudieron tener otros motivos ocultos para engañar al monarca y convencerlo, en este asunto:

Uno de estos motivos era que el Secretario de Estado, Antonio Pérez, aceptaba sobornos (y esto lo conocía Escobedo).

Otro de los motivos (también conocido por Escobedo), era la relación clandestina de Antonio Pérez y la princesa de Éboli, relación que ambos ocultaban al rey.

Y otro importante motivo, es que Escobedo sabía que Antonio Pérez engañaba al rey al contarle los supuestos planes de don Juan de Austria.

Al año siguiente del asesinato, en 1579 fue detenido Antonio Pérez, Secretario de Estado, acusado del crimen de Juan de Escobedo, y esa misma noche apresaron a la princesa de Éboli, acusada de complicidad en la conspiración. A  raíz de esto, se supo que ellos ya habían intentado matar a Escobedo en tres ocasiones, con veneno, pero lo único que consiguieron fue que enfermara y sufriera fuertes dolores (aunque ello provocó que una criada de la casa fuera apresada y ejecutada, acusada de intento de asesinato). 

 

El proceso de Antonio Pérez fue largo y complicado:

El rey Felipe II, durante el proceso para juzgar a Antonio Pérez (quien había sido el verdadero instigador del crimen), admitió que conocía los planes para el asesinato de Juan de Escobedo. Lo que deseaba era aclarar si las causas para matarlo eran suficientes o no para justificar el consentimiento.

En la noche del 28 de julio de 1579, Antonio Pérez fue detenido tras salir de su despacho. La princesa de Éboli, asimismo, fue puesta bajo custodia, primero en la Torre de Pinto, luego en el castillo de Santorcaz  y, finalmente, fue recluida en su propio palacio de Pastrana, donde pasó el resto de su vida.

Antonio Pérez tenía libertad para moverse por Madrid, siendo vigilado por la Corona, pues el rey necesitaba sus documentos (los cuales podían implicarle a él también en el asesinato de Escobedo).

Seis años más tarde, la familia Escobedo y sus aliados, tras presionar en la Corte, consiguieron que Antonio Pérez fuera detenido por segunda vez en 1585, bajo los cargos de tráfico de secretos y corrupción (sin mencionar el asesinato).  Fue encontrado culpable y condenado a dos años de prisión y una enorme multa. 

Posteriormente, en 1590, reconoció bajo tortura su implicación en el asesinato de Escobedo. En abril de ese mismo año y  ayudado por su esposa, Juana Coello, Antonio Pérez escapó de su prisión en Madrid y huyó a Zaragoza, donde consiguió la protección de los fueros. En el Reino de Aragón encontró el apoyo del duque de Villahermosa, del conde Aranda y principalmente de Diego de Heredia (de la baja nobleza). Mientras tanto y en su ausencia, en Madrid fue condenado a muerte (sin saberlo). Felipe II hizo un alegato ante el Justicia de Aragón contra Antonio Pérez por los cargos de asesinato de Escobedo, tráfico de secretos de Estado y huida de prisión. Felipe II, desesperado por la lentitud de la justicia aragonesa y porque no esperaba una condena favorable, retiró los cargos y usó un tribunal contra el que los fueros aragoneses y la Justicia aragonesa no podían oponerse: la Inquisición. Pérez no era un hereje, pero no fue difícil construir un caso contra él. En mayo de 1591, Antonio Pérez fue trasladado de la prisión del Justicia a la de la Inquisición, por lo que sus defensores organizaron una revuelta en Zaragoza, conocida como la Revuelta de Antonio Pérez o Alteraciones de Aragón. Se le devolvió a la prisión de la Justicia aragonesa y desde allí llevó una campaña contra la Corona. En septiembre se le trasladó de nuevo a la prisión de la Inquisición. Heredia y sus seguidores lo volvieron a sacar y en esta ocasión le dejaron libre, con lo que la situación derivó en una crisis en Aragón por la defensa de los fueros.

En octubre de 1591 Felipe II envió un ejército a Zaragoza.  Juan V de Lanuza, Justicia de Aragón, se puso al frente de las protestas. Fue detenido y ejecutado sin previo aviso, lo que puso fin a la sublevación. Antonio Pérez huyó al Bearn, donde recibió el apoyo de Enrique de Navarra para intentar una invasión francesa, que fracasó. Más tarde, Pérez se trasladó a Inglaterra, donde ofreció información, que sirvió para el ataque inglés a Cádiz en 1596, y estimuló la leyenda negra contra Felipe II.

Tras intentar conseguir el perdón de la Corona sin éxito, Antonio Pérez  falleció en París, en la más absoluta pobreza, el día 7 de abril de 1611.

 

¿Y qué pasó con don Juan de Austria? Había muerto en septiembre de 1578, el mismo año en el que asesinaron de su secretario, Juan de Escobedo, es decir, tan sólo unos meses después. Ya hemos contado cómo muchos sospecharon de envenenamiento, y otros hablaron de una enfermedad acompañada de muchas fiebres.

Tras el proceso antes mencionado,  se supo que la supuesta deslealtad de don Juan era falsa. Él había sido un gran defensor de la corona en el mar Mediterráneo durante muchos años, cuando se ganó la famosa batalla de Lepanto contra los turcos, en la que él estaba al cargo de la Armada, como Almirante.

Felipe II había nombrado a su hermano gobernador de los Países Bajos. Allí, don Juan trató de pacificar ese territorio y acabar con una guerra que suponía un lastre para España. Quedó claro que en sus planes no entraba el derrocamiento de su hermano, el rey.

Si queremos estar bien informados sobre este asunto, existen muchos libros  y  una famosa película: "La conjura de El Escorial".