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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR

Museos Militares

La Ciudadela de Jaca

Indice Museo:

El Castillo de San Pedro de la ciudad de Jaca

LA ENTRADA DE LA CAPILLA DE SAN PEDRO

Del estudio de los documentos consultados, gran parte de ellos procedentes del Archivo de Simancas, parece desprenderse que las obras debieron comenzar en el año 1595, estando todavía sin terminar en 1641.

De acuerdo con los planos realizados por don Tiburcio Spanochi, en el patio se construyeron cuarteles independientes, medida prudente ya que así quedaban expeditos los accesos a las poternas y rampas de los cinco baluartes, a la vez que, en caso de incendio, dichos accesos hacían las veces de cortafuegos.

En un principio el Castillo se mantuvo aislado de la muralla de Jaca. La leyenda habla de "pasadizos secretos" de unión con la ciudad, lo que dista mucho de la realidad, toda vez que lo único existente son principios de galerías de mina excavados por los zapadores de don Marcelino Orzá que, carente de "tren de batir" cuando sitiaba a los franceses de Napoleón Bonaparte, había decidido optar por tan trabajoso sistema de asalto.

Inicialmente y bajo la protección de tropas al mando del capitán don Juan de Velasco, se construyeron las grandes paredes de sillería y mampostería. Las arquerías de ladrillo son posteriores, terminándose éstas al tiempo de cerrarse cuatro de los cinco accesos a los baluartes, casi comenzando el siglo XVIII. Al final del apartado número 2 hemos querido aventurar la hipótesis de que en la construcción de la Ciudadela de Jaca debió primar "la economía de medios". Y es que una de las razones que abonan aquélla la constituye precisamente el gran túnel de entrada al Castillo, un perfecto arco de medio punto seguido de bóveda de cañón. En efecto: se sabe que tanto este túnel como el cuerpo de guardia anejo son de origen románico; está claro que la orientación de aquél es oeste-este, y, finalmente, resulta difícilmente explicable la existencia de una singular espadaña con campanas en un recinto castrense que debía protegerse de la artillería enemiga. Apoyándonos en tales reflexiones, creemos que, para la construcción de la entrada al Castillo de San Pedro se aprovechó lo que en su tiempo fue la capilla de Nuestra Señora del Burnao, de fábrica románica. Simplemente se destruyó el ábside sustituyéndolo por el sistema elevador del puente y portón. Asimismo, estimamos que el cuerpo de guardia es un remedo de la vieja sacristía de dicha capilla, de la que aún se conserva la pila bautismal.

Toda la parte exterior del Castillo es de grandes sillares que ocultan casi totalmente un muro de argamasa durísima, con un espesor de 2,5 metros en la parte más alta y hasta 4 metros abajo. En la zona superior de la muralla y circunvalándola, se encuentra el "camino de ronda" que une los cinco baluartes, desde los que puede apreciarse el perfecto "franqueo" existente en todo el recinto defensivo. Los baluartes son exactamente iguales. Sólo el de "San Pedro" cuenta con un curioso muro divisor, probablemente construido por los franceses de Bonaparte para evitar los efectos de los disparos españoles con origen de fuegos en la vieja muralla de Jaca, a escasos metros de distancia. En la actualidad las primitivas piezas de artillería, desafortunadamente fundidas para otros menesteres que no hacen al caso, han sido sustituidas por imitaciones en hierro colado realizadas en el antiguo Parque de Zaragoza

Es importante observar el conjunto de "obstáculos" que rodean la Ciudadela. Con ellos, acertadamente dispuestos y activados por los fuegos de la defensa, se pretendía dificultar al enemigo atacante su aproximación a la "escarpa" o muro principal, obligándole a detenerse una y otra vez para convertirse en fácil blanco. En el pequeño "perfil" esquemático que se acompaña puede el lector hacerse una ligera idea de cuanto señalamos con tanta brevedad aquí. Aún hoy en día resulta francamente difícil y penosa la escalada de la citada escarpa, que ya ha sido experimentada por quien suscribe estos renglones.

La "plaza de armas" situada ante la puerta principal (ver figura de la planta del Castillo para no confundir) presenta muros con aspilleras. Este conjunto constituye una especie de fortificación "avanzada" del tipo "luneta". Desde ésta se accede a la puerta principal a través de un puente fijo y partido que se une al levadizo, manejado desde el interior del recinto.

ASPECTO DEL PATIO DE POLVORINESLa provisión de municiones, víveres y agua se solucionaba con cierta comodidad a base del aprovechamiento de almacenes y polvorines de excelente factura y gran capacidad. Con los tres pozos disponibles podía asegurarse la bebida de los defensores sitiados.

Los polvorines, perfectamente restaurados y conservados hoy, están situados en la parte norte del Castillo, entre la muralla principal y los cuarteles y en una pequeña plazuela de particular encanto, desde la que puede accederse tanto a aquéllos como a un pequeño cuerpo de guardia, a la puerta de bajada al foso y a la parte trasera de la residencia del alcaide o "teniente del rey" de turno. Los polvorines están construidos con sillería especial absorbente de humedades, bien aislados por una cámara de aire y protegidos del posible fuego enemigo por su ubicación y por los edificios circundantes.

Bajo el baluarte de Santiago se encuentra un pequeño calabozo de doble puerta, con acceso a través de la casamata de la derecha. Actualmente es precisa su restauración.

En definitiva, el Castillo de San Pedro presenta tres "áreas" bien determinadas: la de obstáculos exteriores, la de combate propiamente dicha y la de vida y servicios. Esta última, en el mismo centro geométrico, la componen los cuarteles, la residencia del alcaide, la capilla, la gran plaza central, los almacenes, los polvorines, los pozos y el calabozo. Por cierto que la estatua de piedra que representa a Felipe II de España y que fue erigida en el mismo centro de la Ciudadela al terminarse su restauración en 1968, es la única de este monarca existente en Aragón; el lector se explicará fácilmente porqué...

La actual capilla, construida bajo la advocación de San Pedro a finales del siglo XVII, se comunica directamente con la LA INMACULADA DEL ALTAR MAYOR (Juan B. Topete, 1985)residencia del alcaide a través de un pasillo que termina en una reservada celosía de madera situada a un costado del coro del templo. La severa portada de éste es barroca, con frontón partido, columnas salomónicas y presidida por una imagen del mismo san Pedro, llaves en mano. El interior es de llamativa austeridad, propia de todo lo castrense, sobresaliendo el retablo del altar mayor, también de estilo barroco. En el mencionado retablo hemos de destacar el pequeño lienzo de la parte superior, que representa a Dios creador rodeado de ángeles. Necesitada de restauración, esta pintura puede tener su origen en la escuela de Claudio Coello. Asimismo, el centro del retablo cuenta con un gran lienzo con la imagen de RETABLO DEL ALTAR MAYORMaría Inmaculada, patrona del Arma de Infantería, realizado en la década de los últimos ochenta por las manos pecadoras de quien esto escribe. El sagrario, pieza también de estilo barroco, ha sido cuidadosamente restaurado. Aparte los enterramientos y lo descrito anteriormente, la capilla conserva una pieza de inestimable valor histórico-artístico, cual es la pila bautismal románica que, otrora, perteneciera a la iglesia de Santa María del Burnao.

Son notables los enterramientos localizados dentro de la capilla, que debió albergar incontables en su tiempo al no existir los cementerios tal y como hoy los conocemos. Cuatro interesantes lápidas recuerdan a otros tantos maestres de Campo que fueron gobernadores del Castillo. Pero el se pulcro más importante es, sin duda, el perteneciente a don Juan de Velasco, al que dejáramos protegiendo las primeras obras de la ciudadela. El sarcófago, de piedra caliza exquisitamente tallada, fue descubierto bajo el altar mayor al remozarse aquél recientemente, circunstancia verdaderamente insólita que obligaba a estudiar el porqué semejante escondite. La "cartela" del sepulcro nos descubre que Velasco, fallecido en 1597, fue el primer maestre de Campo que tuvo el Castillo de San Pedro, aunque realmente jamás pudiera habitar entre sus muros, aún en construcción. Por otra parte, la paciente lectura de la Información de los sucesos del Reino de Aragón en los años 1590 y 1591 de don Lupercio Leonardo de Argensola (imprenta Real, cap. XLIV, pp. 135-138), llevó al que suscribe al conocimiento de que había sido precisamente don Juan de Velasco quien materializara la detención del justicia de Aragón, Lanuza, ajusticiado a poco. Ello justifica la ocultación de sus restos, probablemente tan odiados de los aragoneses.

SEPULCRO DE JUAN DE VELASCO

PILA BAUTISMAL ROMÁNICA

Como decíamos al principio, la construcción de la Ciudadela, en sus partes más importantes, debió concluirse mediado el siglo XVII. Así se desprende de los escudos reales de la entrada al recinto, el principal con el escusón de Portugal y los de la "caponera" sin aquél. Gran parte de la documentación existente del siglo XVII supone inestimable ayuda para ahondar en lo que verdaderamente era nuestra ciudadela. Sirva un pequeño ejemplo como muestra. En el año 1641 el entonces gobernador del Castillo de San Pedro, don Fernando Chirino de la Cueva, enviaba al marqués de Támara unas relaciones muy interesantes, por contener muchos y sustanciosos detalles sobre las guarniciones de la comarca. De su informe sobre Jaca se saca lo siguiente:

-El Castillo de San Pedro reunía malas condiciones defensivas al carecer aún de foso, de camino cubierto y de parapetos. Parte de las casamatas estaban sin terminar, siendo fácil escalar sus muros, que, por otra parte, permitían "escaparse" a los casi 250 soldados de la guarnición.

-Las bocas de fuego disponibles entonces, "el artillería" según se decía antiguamente, eran:

CÁMARA AISLANTE DE LOS POLVORINES

Cañones de batir de 40 libras: 3

Medios cañones de 29 libras: 2

Culebrinas de 19 libras: 1

Culebrinas de 11 libras: 1

Sacres de 5 libras: 1

Piezas menudas: 50

-La pólvora, 150 quintales, resultaba escasa, pero, en cambio, había abundancia de balas y plomo, tanto para las piezas como para arcabuces y mosquetes.

-Las armas individuales eran abundantes, ya que 400 picas y 500 arcabuces se encontraban bien acondicionados en la "Sala de Armas".

-Los víveres no se encontraban en el Castillo, si bien existían excelentes almacenes vacíos dentro del recinto. Ello representaba un serio peligro en caso de súbito asedio. Debe tenerse en cuenta que el príncipe de Condé, para asegurar las comunicaciones entre Navarra y Cataluña, amenazaba la plaza de Jaca.

-El personal, unos 250 soldados como ya se ha escrito, estaba formado por "casados, huidos y de unas levas de Castilla...", gente poco de fiar, que intentaría la fuga. Se carecía de oficiales de sueldo y de cabos prácticos artilleros, así como de "tenedor" de basamentos y municiones.

Como consecuencia del anterior informe, fue enviado a la ciudad de Jaca el capitán don Simón Cornacholo, quien, con toda celeridad, propuso a la superioridad la urgente terminación de las obras del Castillo, que se reiniciaron de inmediato.


 

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