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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR

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La Ciudadela de Jaca

Indice Museo:

Antecedentes históricos

Escudo de Armas de Felipe IIA principios del siglo XVI, en el año 1520 exactamente, los escritos de Martín Lutero comenzaban su andadura por Europa. Poco después, entre 1523 y 1526, los primitivos "protestantes" ya se habían establecido en Burdeos, Montpellier, Lyon, etc., siendo a finales de 1555 cuando Calvino empieza a ocuparse seriamente de sus comunidades de seguidores arraigadas en el sur de Francia. Dichas comunidades se conocerían, a partir de entonces, con el sobrenombre de hugonotes, con el que pasarían a la historia, no sólo del país vecino sino también de toda Europa. El conflicto y la confrontación religiosos estaban servidos en bandeja.
Entre 1562 y 1580 Francia soportó nada menos que siete guerras religiosas, destacando por su ferocidad la cuarta de ellas (1572-1573) con la tristemente famosa "Noche de San Bartolomé". El partido "católico" estaba liderado por los duques de Guisa y el cardenal de Lorena, emparentado con aquellos, mientras que los hugonotes eran capitaneados por don Antonio de Borbón, rey consorte de Navarra, y por el almirante de Coligny, tan ambiciosos ambos como brillantes buscadores de fortuna.
Bajo el reinado de Francisco II de Francia (1559-1560), joven enfermizo, gobernaron plenamente los Guisa, representantes, como ya se ha apuntado, de los católicos. En la oposición se hallaban los hugonotes, alentados y dirigidos por la Casa de Borbón. Y en situación que hoy llamaríamos "centrista" surgió un tercer partido acaudillado por la reina madre, doña Catalina de Médicis, tantas y tantas veces retratada por Pedro Pablo Rubens en el Louvre.
A Francisco II le sucedió en el trono su hermano Carlos IX (1560-1574) con sólo diez años de edad y bajo la regencia de su madre, Catalina de Médicis, que pretendía una armonización entre católicos y protestantes hugonotes. Los intentos de unión y concordia fracasaron, desencadenándose las luchas religiosas mencionadas.
Las cuatro primeras "Guerras de Religión" estallaron a lo largo del reinado de Carlos IX. El resto en tiempos de Enrique III y Enrique IV de Borbón. La reina madre siempre se mantuvo al lado del bando más débil, tratando de conseguir un imposible equilibrio. Ella fue la instigadora de la célebre matanza de la "Noche de San Bartolomé", que acabaría, entre otras muchas, con la vida del almirante de Coligny y la de los más destacados hugonotes.
Muerto Carlos IX, subió al trono de Francia su hermano Enrique III (1574-1589), príncipe por aquel entonces de Polonia. Ante el peligro que representaba Enrique de Borbón, jefe de los hugonotes y presunto heredero de la Corona, los católicos se unieron en una Liga General (1584), apoyada por Felipe II, a cuyo frente quedó el duque de Guisa. La popularidad de éste le costó la vida, pues fue asesinado por orden del mismo rey en 1588. A raíz de tan sangriento suceso, el desafortunado Enrique III se alió con el de Borbón, nombrándolo sucesor poco antes de morir a manos de un perturbado. El grupo católico, que no aceptaba al jefe calvinista, decidió proclamar como rey de Francia al cardenal de Borbón, enconando todavía más, si cupiese, la situación.
Estatua de Felipe II En 1590 moría el cardenal de Borbón y Felipe II de España presentó la candidatura de su hija Isabel Clara Eugenia, nieta de Enrique II por vía materna. Los "Estados Generales", reunidos en 1593, se mostraron contrarios a la abolición de la Ley Sálica, que excluía del trono a las hembras y Enrique de Borbón aprovechó la ocasión para convertirse públicamente al catolicismo con aquella su célebre frase "París bien vale una misa". En 1594 el rey entraría solemnemente en la capital de Francia y poco a poco se le someterían todos los jefes de la Liga.
La guerra con España duró hasta 1598, concluyendo con la firma por ambas partes del Tratado de Vervins. No obstante, los años de caos vividos por el país vecino influyeron no poco en la Península Ibérica y muy especialmente en Aragón, como veremos a continuación.
Durante las Guerras de Religión se cerraron prácticamente las rutas jacobeas y comerciales, por lo que en 1588 los monjes de Santa Cristina de Somport hubieron de retirarse a Jaca al hacerse innecesaria su labor hospitalaria en plena frontera francesa. Por otra parte, parece evidente que la supresión de vías comerciales, que habían funcionado durante siglos a lo largo del alto río Aragón y de la Jacetania, o bien a lo largo del alto río Gállego y Serrablo, debió suponer grave quebranto económico para los habitantes de tales comarcas. Y todo ello sin contar con la seria amenaza de invasión que representaban los poderosos hugonotes, enemigos mortales de los católicos, a los que apoyaba decididamente Felipe II de España.
Consecuencia de lo anteriormente expuesto fue la decisión del rey español de acudir en auxilio de sus propias fronteras, tan amenazadas. Para el cumplimiento de semejante misión fue designado el maestre de Campo don Alonso de Vargas, que recibió la orden de organizar rápidamente la defensa de los pasos fronterizos con Francia, especialmente a lo largo del Pirineo Central. Este nombramiento sellábase en 1592.
Por si los problemas fueran pocos, aparecía en escena Antonio Pérez, el ex-secretario del rey, encarcelado tras oscuro proceso judicial en Madrid. Al escapar tan singular como siniestro personaje de prisión en 1590, se acogió a los Fueros de Aragón. Fue acusado ante la Inquisición, lo que desencadenó un gran tumulto popular que lo dejó de nuevo en libertad. Ante hechos tan alarmantes como bochornosos, Felipe II concentró un ejército en Agreda al mando del citado Alonso de Vargas, ejército que el 8 de noviembre de 1591 pasó la frontera de Aragón para alcanzar con la mayor rapidez Zaragoza. En esta ciudad y por orden real, fue ajusticiado públicamente el 20 del mismo mes el justicia mayor de Aragón don Juan de Lanuza el Mozo. Entre tanto, Antonio Pérez conseguía llegar a Francia, en donde entraría en contacto con los hugonotes. Cuando en el año 1593 los bearneses del país vecino, impulsados por el vengativo Antonio Pérez, intentaron la invasión de España a través del valle de Tena, fueron derrotados por las fuerzas de don Alonso de Vargas a la altura de Biescas.
Al tiempo que Zaragoza sufría serio escarmiento por haberse opuesto a las decisiones reales, Alonso de Vargas se ocupó de la demolición de casas, fuertes y castillos o torres rebeldes, simultaneando tales acciones de represión con la organización de la defensa del Pirineo. Lo más destacado de sus planes defensivos vamos a señalar lo en el siguiente apartado.


 

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