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Texto no traducido
Fundación de la Orden de La Merced
En 1218 San Pedro Nolasco funda la «Orden de la Virgen María de la Merced de la Redención de los cautivos de Santa Eulalia de Barcelona», según su nombre original, hoy comúnmente conocida por la «Orden de la Merced», con la misión de rescatar a los cautivos de los piratas musulmanes, y redimirlos en la fe cristiana una vez liberados. La fundación de la Orden estuvo favorecida por el Rey Jaime I de Aragón, y se confirmó en Barcelona ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.
Posteriormente, en 1235, el entonces Papa Gregorio IX ratificó la Orden en la práctica de la regla de San Agustín, dándole el carácter de universal y sancionando su obra como misión en el pueblo de Dios (COM, 1-2)
A los tres votos habituales de pobreza, obediencia y castidad, los mercedarios añaden un cuarto voto, el de «redención», que constituye el sello distintivo de esta Orden: «dar la vida, si fuera preciso, para salvar a los cristianos que se encuentren en extremo peligro de perder su fe, en las nuevas formas de cautividad» (COM, 14).
Escudo Mercedario
A lo largo de la historia el escudo mercedario ha sido presentado en mil formas y expresiones. Los hay clásicos, modernos, vanguardistas; todos expresan el hondo compromiso mercedario con la libertad. «No hay mayor caridad que dar la vida por los hermanos»; por eso cuando veas un escudo en un religioso, religiosa o laico, estarás viendo a un comprometido con la liberación y entusiasta devoto de Nuestra Madre, María de la Merced.
LA CRUZ.
Es blanca PLATA, símbolo de inocencia y pureza, sobre fondo rojo SANGRE. Ocupa la parte superior del escudo. En ella va impresa la decisión entusiasta de la Iglesia de apoyar la labor redentora de Pedro Nolasco en el momento de su fundación. Es la cruz de la catedral de Barcelona que el obispo de entonces, Berenguer de Palou, regala a la Orden como expresión de su apoyo a la obra redentora de Pedro Nolasco y de su familia religiosa.
LAS BARRAS.
Son rojas SANGRE, símbolo de amor y caridad y amarillas ORO, símbolo de benignidad y nobleza. Ocupan la parte inferior del escudo. Son las barras de la corona de Aragón. El Rey Jaime I, entusiasta colaborador de la Orden de la Merced, presente en su fundación en la catedral de Barcelona el día 10 de agosto de 1218, regala a la Orden su escudo como expresión de su apoyo a la obra redentora. El escudo se convierte así en pasaporte real más allá de las fronteras a la hora de ir a las redenciones y mostrar credenciales de autoridad. Por eso se verá muchas veces el escudo coronado con la corona real.
Las 4 barras color SANGRE en el escudo de la corona de Aragón tienen su origen, según la tradición, en el hecho de que Wilfredo el Velloso, fundador de la dinastía de los Condes de Barcelona, cayó gravemente herido luchando contra los normandos al servicio de Carlos el Calvo, emperador de los franceses entre los años 875-877. Para premiar su valor, Carlos el Calvo le concedió en su lecho de campaña las armas heráldicas a él y a sus descendientes, con ese fin, mojó los cuatro dedos de su mano derecha en la sangre que manaba de la herida y los imprimió sobre el escudo del Conde dejándole marcadas cuatro barras rojas.
Insertado desde <http://www.ordenmerced.org/index.php/es/la-merced/origen>
Edificación del convento
A raíz de su fundación, el Rey Jaime I cedió a la Orden de la Merced parte de su palacio, y el obispo don Berenguer de Palou le dotó con el antiquísimo hospital de Santa Eulalia, construido a principios del siglo XI para acoger a los peregrinos enfermos.
Hacia la primera mitad del siglo XIII aún no se había proyectado la nueva muralla medieval de la ciudad, y a extramuros se construían núcleos de población y casas de pescadores. El 5 de agosto de 1232, uno de los arenales que rodeaban la muralla romana fue comprado por el noble barcelonés D Ramón de Plegamans, e inmediatamente cedido a «D Pedro Nolasco, procurador de la limosna de los cautivos, y a sus sucesores en la procuraduría de dicha limosna», tal y como reza el acta notarial.
En 1234 los Mercedarios construyeron su primer convento, cuyos vestigios se conservaron hasta el siglo XVII, y que incluía un nuevo Hospital dedicado también a la advocación de Santa Eulalia. El espacio que hoy ocupa el Palacio de Capitanía, se destinó entonces a huerto.
Construcción de la Iglesia Gótica
El segundo general de la Merced, fray Guillén de Bas, asumió el empeño que le confiara el Fundador: la construcción de un templo público para la Madre de la Merced. Para ello, recabó, el 29 de abril de 1249 los permisos necesarios del Obispo de Barcelona, Pedro de Centelles. Consiguió también el amparo real de Don Jaime I el Conquistador, cuyo patronazgo y favor fue incondicional durante su reinado y el de sus sucesores.
La Iglesia no quedó terminada hasta la década de 1410, con una nave de cinco crucerías y once capillas. Esta nueva iglesia obligó a trasladar algunas de las dependencias del convento al solar del huerto.
Construcción del nuevo convento de La Merced
En 1605, ante la insuficiencia del antiguo convento, y su estado ruinoso, fray Antonio Simón inició las gestiones para la construcción de un nuevo convento en los terrenos del huerto. Comenzó decretando la reserva de todas las limosnas e ingresos de culto para la financiación de la obra y solicitando un préstamo de 200 libras.
Entre 1605 y 1608 se comienza a obrar en la planta baja y entresuelo. El 22 de diciembre de 1613, D Francisco Hurtado de Mendoza y Cárdenas, Virrey de Cataluña, colocó la primera piedra en la pared de la calle de La Merced.
En 1614, el Rey Felipe IV entrega varias cantidades para las obras del convento.
Como curiosidad, cabe mencionar la construcción, en 1651, del pozo de San Lupo. Fue un lugar muy frecuentado no sólo por los frailes, sino también por muchos barceloneses que acudía a recoger agua. El pozo está hoy clausurado y tapado con una réplica de la famosa escultura “el desconsol”.
Toda la obra, incluyendo las obras de mantenimiento y de decoración, se alargó por lo menos hasta el año 1676.
La Merced: de iglesia a basílica
La pujanza económica que se vivía en los años de 1760, el deterioro que había sufrido la iglesia gótica durante la Guerra de Sucesión y el cambio de tendencia en los estilos ornamentales (el gótico se había quedado ya anticuado), motivaron que la comunidad Mercedaria decidiera derribar la iglesia y construir una completamente nueva, cuya primera piedra se colocó en abril de 1765 bajo el patrocinio del Rey Carlos III, representado en la figura del entonces Capitán General de Cataluña: el Marqués de la Mina. Diez años después quedó terminada, con un coste total de algo más de 70.000 libras.
El 24 de septiembre de 1918, con ocasión de la conmemoración del VII Centenario de la aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco, San Ramón de Peñafort y el rey Jaime I, el Papa Benedicto XV otorgó a la iglesia de la Merced el título de Basílica Menor.
Las desamortizaciones del convento, nuevos usos
Con la entrada en España del ejército francés, y las sucesivas políticas de desamortización españolas, el convento sufre una serie de transformaciones en su uso:
• En 1808, con la entrada en Barcelona del ejército francés, al mando de general Duhesme, el convento se convierte en acuartelamiento de tropas napoleónicas. La comunidad Mercedaria, que hasta ese momento había estado formada por unos 70 miembros, quedó reducida a 14 sacerdotes y 3 legos, que se encargaban de los servicios indispensables de culto.
• A principios de 1809, las tropas extranjeras abandonan el convento para convertirlo en cárcel de prisioneros de guerra españoles.
• En otras épocas, sirvió también como depósito de intendencia.
• Entre 1835 y principios de la década de 1840, fue primero sede de subastas y más tarde centro de las «Oficinas de la Comisión Principal y Contaduría de Arbitrios de Amortización».
De convento a sede militar
Tras el uso anterior dado al convento en el Ramo de Amortización, al principio del decenio de 1840, el convento fue ocupado por un Batallón de la Milicia Nacional, y durante 1844 lo ocupó un Regimiento de Infantería.
Una Orden Real, firmada por Isabel II en mayo de 1845, aprueba la propuesta del Ministro de la Guerra, hecha ya en marzo de 1843, y el Palacio de La Merced pasa a depender del Ramo Militar. Se inician entonces los estudios para su transformación en cuartel de Infantería, pero ante las insistentes solicitudes del Capitán General Manuel Bretón, la Reina Isabel II, en su carta del 12 de marzo de 1846, decide finalmente que el Palacio sea la sede del Capitán General de Cataluña.
Derribo de la Muralla de Mar
La Muralla de Mar, que había sido elemento primordial en la defensa de la ciudad, y que con el paso del tiempo se había convertido en unos de los paseos predilectos de los barceloneses, se derriba entre los años 1878 y 1883.
Se hizo necesaria una nueva reforma del Palacio, ya que había un acceso directo desde la muralla, a través de un puente sobre la calle «carrer de Sota Muralla». Hubo que abrir una nueva puerta de acceso directo al claustro y reformar la fachada “de la mar”, que desde ese momento se convirtió en la fachada principal.
Encima de la puerta principal se colocó una galería doble, los miradores laterales del piso principal se convirtieron en galerías, y las ventanas del segundo piso en balcones. La reforma fue un proyecto del Ingeniero militar D Antonio Ropí, que costó 21.000 pesetas.
Reforma final: Exposición Universal de 1929
En vísperas de la Exposición Universal que acogería Barcelona en el año 1929, y dado que el Palacio se situaba en el llamado «barrio de la Exposición», se decide la total remodelación del Palacio.
El entonces Capitán General, D Emilio Barreda y Luyando, dirigió una carta al Alcalde de Barcelona: «../..teniendo en cuenta el carácter artístico que debe darse a la obra de reforma del edificio de esta Capitanía General, en atención a la historia arquitectónica de la ciudad y a su monumentalidad es conveniente no prescindir para dicha importante finalidad de la intervención del Cuerpo de Arquitectos../..ruego a Su Ex. Se digne designar un funcionario de dicha clase de ese Ayuntamiento para que, en unión del Coronel de Ingenieros D Pompeyo Martí, lleve a cabo los citados trabajos».
El Alcalde de Barcelona designó al ilustre arquitecto D Adolfo Florensa Ferrer, etiquetado como arquitecto noucentista, alma y ejecutor de la restauración de buena parte de los edificios monumentales de la Barcelona antigua.
El aspecto que hoy presenta el Palacio en general, y su fachada principal en particular, es el resultado de esta última gran reforma.
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01. El Palacio 02. Cerámica 03. El Claustro 04. La Fuente 06. El Desconsol 07. Escalera de honor 08. Vidriera 09. Batalla de Roselló 10. Salón de Ministros 11. Pasillo de acceso a la capilla 12. Pasillo del piano 13. Cama de día de Isabel II 14. Sala de billar 15. Comedor de diario 16. Salón rojo 17. Salón del trono 18. Reyes Borbónicos 19. Salón rosa 20. Sala de grisallas 21. Fábula de Apuleyo 22. Despacho de ayudantes 23. Despacho del Teniente General 24. Pasillo de ayudantes 25. Cuadro del General Prim 26. Cuadro de Santa Bárbara 27. Pasillo de Ministros 28. Estatuas
LOS RELOJES
01. Reloj que representa la fachada de Nôtre Dame de Reims
02. Reloj de sobremesa a sonería en mármol rosa
03. Reloj que reproduce un pórtico romano
04. Reloj cartel o de sobremesa de péndulo a sonería
05. Reloj que homenajea al dios olímpico de la fertilidad y el vino
07. Reloj de sobremesa del año circa 1911 a sonería
08. Reloj de pie a sonería del año circa 1940 ubicado en el despacho de verano
09. Reloj con caja de pie en madera estilo neoclásico a sonería