El Paso de Sabzak
Hay lugares llamados al combate, hay lugares por donde la batalla nunca pasa de largo, hay lugares empeñados en ver volar la primera bala y la última. Hay lugares, arterias de todo contacto social, paso obligado de viajeros y mercancías, que no pueden ser nunca dominados por extorsionadores, insurgentes o señores de la guerra. Hay lugares que parece que giran a la vez del planeta; pero que de vez en cuando el tiempo los detiene para envolverlos en el estrépito de la batalla. Hay lugares como el paso de Sabzak en Afganistán.
El paso de Sabzak es puerto obligado para alcanzar Bala Murghab y toda la zona norte; y es la principal arteria que controla toda comunicación terrestre entre el Badghis y Herat. Los habitantes de esa zona vivían en un permanente temor y con sus pequeñas economías continuamente mermadas porque el paso de Sabzak, en ese momento, digamos que el tiempo se paró el 2 de septiembre de 2009, era controlado por insurgentes a las órdenes del líder tayiko Ishan Khan, dedicados principalmente a la extorsión y a crear el terror en ese punto tan estratégico.
En esos valles que ignoran la paz, en esos puertos de montaña siempre perseguidos por los combates, la misión es clara: las Fuerzas de Seguridad Afganas apoyadas por el Ejército español tienen que hacerse con el control del paso de Sabzak. Deben conseguir que el paso de Sur a Norte y de Norte a Sur quede libre de extorsiones y terror; y allá que se dirige la Compañía “Albuera”, que como una leve sombra, se mueve por antiguos caminos que antaño dominaron las flechas y el acero, para comprobar cómo el tiempo se ha parado de nuevo.
La Sección de Armas avanza por un terreno muy complicado, el vehículo VAMTAC del sargento Serantes va abriendo camino.
La Compañía se disgrega en secciones para poder cubrir el extenso paraje, la primera Sección y el capitán inician el reconocimiento de las minas de Haman, zona muy controlada por la insurgencia. Una vez allí, empiezan a recibir fuego de cohetes y fusilería, y la antigua letanía del acero, que antes fue hierro, y antes bronce, y mucho antes piedra, vuelve a oírse en el paso de Sabzak, la llave de Norte a Sur y de Sur a Norte de Afganistán.
En ese momento, el capitán, con la intención de cortar la posible huida de los insurgentes, ordena a la Sección de Armas avanzar hacia la base de apoyo “Asturias”, zona a la retaguardia de éstos. Por esas casualidades de la vida, que abren caminos que uno nunca pensó tocar, el sargento José Enrique Serantes se encuentra en el paso de Sabzak al mando del Pelotón de Morteros Medios.
La Sección de Armas avanza por un terreno muy complicado, el vehículo VAMTAC del sargento Serantes va abriendo camino. El terreno cada vez se estrangula más en estrechas e intrincadas vertientes hasta tal punto que se hace preciso que el cabo Cabrera, Peluche, tenga que bajarse del vehículo para reconocer a pie el terreno y encontrar algún lugar por donde los VAMTAC puedan avanzar.
Durante uno de estos reconocimientos, el cabo Cabrera recibe dos ráfagas de disparos de origen desconocido, por lo que corre al vehículo para guarecerse. Una vez dentro, comunicó al tirador de la ametralladora pesada, el soldado Mosquera, Panchi, que le devolviera su puesto, ya que había hecho con él anteriormente un relevo para disminuir el desgaste producido por la inhalación de polvo. El apoyo continuo de unos a otros es el secreto del éxito de toda unidad de combate, no hay soldado que no sepa eso.
Una vez subido a la torre, el cabo Cabrera, Peluche, informa que había dos insurgentes huyendo en una moto, y que eran los mismos que le habían abierto fuego. Tras dar novedades al jefe de Sección, prosiguen el avance, sabiendo que tomar el paso de Sabzak no iba a ser fácil, que los lugares que paran el tiempo son siempre difíciles de conquistar.
Tras la comunicación del incidente, la Sección despliega dando el máximo frente para responder con potencia al origen de fuego.
“Esto no ha hecho más que empezar”, comentó al pesado aire que había dentro de su vehículo José Enrique y, enseguida, cogió la radio para dar novedades: “Aquí, Apache, entrando en base de apoyo “Asturias”, recibiendo fuego de fusilería desde las doce de nuestra posición. Hemos respondido al fuego con la ametralladora pesada y seguimos avanzando para buscar contacto. Estamos batiendo la cota que tenemos justo enfrente con la ametralladora pesada de 12,70mm. El acceso a dicha cota es imposible pues nos separa un barranco sin acceso para el vehículo. Los insurgentes se encuentran metidos en pozos de tirador y tapados con mantas para dificultar su localización”.
Tras la comunicación del incidente, la Sección despliega dando el máximo frente para responder con potencia al origen de fuego. El vehículo de José Enrique, Apache, sigue estando a vanguardia y empieza a recibir fuego por las nueve, el tiempo estaba detenido y las horas abandonan el paso del tiempo y se unen a la geografía, obligando a la Sección a reorganizarse. El vehículo del sargento Peinado, Gato, cierra sobre las nueve y neutraliza la amenaza con fuego.
Con el fin de reducir la distancia con el enemigo, el VAMTAC avanza al frente, hasta alcanzar la linde del barranco, a partir de la cual no puede avanzar más. Paralelamente, el vehículo del teniente Balsa, el jefe de Sección comienza a recibir fuego desde las tres, aunque la rápida respuesta de la ametralladora pesada de dicho vehículo consigue neutralizar y ahogar el fuego enemigo.
En ese momento la ametralladora pesada del VAMTAC comienza a sufrir interrupciones no permitiendo a Peluche hacer más de dos disparos seguidos. Al disminuir la cadencia de fuego, el enemigo se centra en el vehículo de vanguardia consiguiendo impactar bastantes proyectiles en él, por lo que José Enrique toma la decisión de desembarcar y cubrirse con las puertas blindadas para poder responder con los fusiles de asalto HK. De esta forma consiguen cubrir al cabo Cabrera, Peluche, mientras desmonta la ametralladora. Lo ha hecho muchas veces con los ojos cerrados y puede hacerlo mientras silban las balas.
Mientras tanto, la cabo Sandra Hermoso y el conductor, el soldado Robles, siguen respondiendo al ataque por turnos, y apoyando a sus compañeros. Cuando agotan la munición, según van gastando los cargadores, se guarnecen dentro del vehículo para municionar de nuevo, comprobando que de hierro es la pedregosa tierra y de hierro los valles que la cercenan
De hierro, como lo son ellos ahora mientras se defienden disparando a un enemigo que no descansa en su empeño de apartarlos del paso de Sabzak.
La ametralladora pesada sigue dando problemas, por lo que el jefe de sección, el teniente Balsa, ordena a los tiradores de precisión, que desde su posición, les den apoyo. Gracias a esto se consigue disminuir la masa de fuego recibida sobre los vehículos de vanguardia.
Seguidamente, tras coger la ametralladora MG-42, Panchi y Apache saltan a una pequeña cubierta natural y empiezan a realizar fuego de cobertura para que Peluche pudiera desmontar otra vez la ametralladora, que se había vuelto a quedar bloqueada. Desafortunadamente para ellos, cuanta más falta les hacía, la ametralladora pesada dejó de funcionar; pero ésas son las mil incidencias que han sufrido durante las maniobras: supuestos de bajas propias, de vehículos inutilizados, de armas sin munición; nada escapa a la continua instrucción.
Así que había que apañarse con la ametralladora ligera que guardaban en el vehículo.
Mientras tanto, Sandri, la cabo Hermoso, dentro de la batalla, se encarga de llevar más munición a la ametralladora y de corregir el tiro, sin dejar de la mano su HK. Como la escritura es siempre lineal, no posibilita otra descripción más que la de hechos puntuales de los combates, pero debemos imaginar un momento lleno de ruidos, ecos de radios, voces al viento y polvareda, arena que mueven las botas y los impactos, silbidos de disparos y sonidos de rebotes de las balas que prefieren el movimiento a quedar clavadas para siempre en la tierra o en un vehículo. El VAMTAC tiene dos ruedas pinchadas, los faros rotos, cristales estallados y más de una veintena de impactos, muchos de los cuales han atravesado la chapa.
En el fragor del combate, sufren otra descarga de fusilería intensa, que casi alcanza a Peluche. Uno de los rebotes impacta en la cara de Robles, y le hace un rasguño. Fue en ese momento, cuando el sargento José Enrique Serantes, Apache, nota un leve golpe en la pierna izquierda, siente como si hubiera recibido una pedrada. Se mira la pierna y ve un poco de sangre. Lo primero que piensa es: “¡coño!, ¿me han dado?”.
Siguen respondiendo al fuego, e informan de la situación. En ese momento, se siente extraño cuando escucha por radio: “Apache ha caído”. Y vuelve a pensar, rápido: “¡joder!, que todavía estoy vivo”. Como no quiere tener ninguna duda, le dice al soldado Robles que le mire bien la herida. Y Robles le confirma que tiene un agujero limpio de entrada y salida. Al incorporarse de nuevo, siente un leve mareo e informa al jefe de Sección de la situación y de que se están quedando sin munición. En este momento el jefe de Sección recibe la orden de romper contacto y alcanzar la base de patrullas “Málaga”, a unos 10 kilómetros de distancia, donde la segunda Sección puede montar una zona para aterrizaje de helicópteros para la evacuación. Allí mismo, José Enrique es estabilizado, a la espera de ser evacuado a Herat.
En Herat, en el ROLE 2, un cirujano del Ejército búlgaro lo opera de urgencia. Antes de ser anestesiado piensa en lo mucho que debe a sus compañeros del “Tenerife” nº 49, al personal del Ejército del Aire que lo evacuó, a la compañía “Albuera”, a la Sección de Armas y no puede menos, mientras que va perdiendo el conocimiento, que recordar lo cerca que estuvieron todos los componentes de su pelotón y su tripulación, como si fueran un único soldado, durante el peligro que los envolvió en los combates: Peluche, Sandri, Panchi, Robles y él, que en nada logra distinguirse del resto, Apache. Tranquilo, Apache piensa, mientras va perdiendo poco a poco la conciencia a causa de la anestesia, que el dolor es pasajero, pero la satisfacción es eterna.
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