Diez minutos
Foto oficial del Sdo. Trejo
Diez minutos no es mucho. Diez minutos pasan fugaces. Pero el tiempo, a veces, se queda quieto y dormido y decide no moverse por más que las arenas del desierto sigan agitándose fuera...
Diez minutos no es mucho. Diez minutos pasan fugaces. Pero el tiempo, a veces, se queda quieto y dormido y decide no moverse por más que las arenas del desierto sigan agitándose fuera. La noche está tranquila y durante una hora y cincuenta minutos nada parece prever que el tiempo va a detenerse por unos instantes. Son las 23.15 del día 7 abril de 2004 y el soldado Jorge Trejo se encuentra realizando su servicio de guardia de seguridad en la garita del palmeral de base “España” en Diwaniyah (Irak). Sólo le quedan diez minutos para terminar su guardia y él sabe que eso es poco. Hasta ahora la guardia, como la noche, ha sido tranquila y pronto llegará el relevo. ¡Qué son diez minutos! El silencio lo ha acompañado hasta ahora mientras ha estado observando con precisión de relojero toda la geometría de las calles, algún que otro cuerpo presuroso que caminaba evitando el abandono de la noche y unos vehículos que no resultaban extraños en ese paisaje.
Vineta: Esteban
El soldado Trejo hace guardia en la garita del palmeral, espera que pasen los minutos protegido por una montaña de sacos terreros
No hacía mucho que el jefe de la guardia, el teniente Merino, se había acercado al puesto para realizar una ronda. Jorge le dio novedades y le informó que las pilas de la radio se estaban agotando. El teniente Merino le dijo que en el siguiente relevo las traería y que le quedaban algo más de diez minutos; para, a continuación, marcharse a recibir novedades de otro puesto. Jorge sabe que diez minutos no es mucho, que pasan volando.
Pero esto es Irak; y el soldado Jorge Trejo, perteneciente al Regimiento “Saboya” nº 6 se encuentra de guardia en la garita del palmeral. Se ven unas palmeras en la hondonada, varios montículos que rodean la base acompañando a una vieja muralla y la sombra de la garita, reflejada por la luna color de arena donde Jorge hace guardia esperando que pasen diez minutos, está protegida por una montaña de sacos terreros; un lugar y un tiempo que se unen para que cada uno cumpla con su destino.
Ya quedan menos de diez minutos para que acabe su guardia y llegue el relevo, piensa que cuando termine el servicio se fumará un cigarrillo y se sentará un rato a mirar el cielo de la noche, que en Irak rápido se llena de estrellas y calma cualquier espíritu. Pura tranquilidad.
Jorge sigue atento los movimientos en el exterior. Ha divisado sombras y se mantiene alerta a cualquier movimiento extraño. En la noche sabe que el principal de los sentidos es el oído, y presto lo despierta cuando escucha un sonido que reconoce rápidamente. Ha oído el característico ruido de una granada de mortero saliendo del tubo, el silencio de la noche lo ayuda y, sin dudar, informa por radio al cuerpo de guardia. La granada explosiona a unos metros de él y ya sabe que están siendo atacados.
El ataque
Jorge sabe que la garita del palmeral está cerca del helipuerto y que ése, posiblemente, es el objetivo del ataque del ejército del Mahdi. A la vez, desde el suroeste comienza a recibir fuego de fusilería y se protege de los impactos en la garita mientras responde al fuego con fuego. Está solo y las granadas de mortero siguen cayendo a su alrededor. Acaba de ver pasar sobre su cabeza un cohete (RPG). Él es la única puerta y el único muro que impide la entrada del enemigo. Decide que aguantará en su puesto y que lo defenderá a toda costa. Se imagina que pronto vendrán en su ayuda.
Es de noche y el silencio se ha tornado en un fragor de batalla repentino. Jorge sigue recibiendo fuego de RPG y fusilería continuo y cree que los atacantes están situados a no más de cincuenta metros detrás de la alambrada. Ha terminado el primer cargador, se quita el Porta-Equipos de Combate (PECO), saca los cuatro cargadores que le quedan y echa el PECO a un lado con el desdén de quien sabe que lo único que necesita tener a mano es la munición. Coge un cargador, vuelve a montar el arma y deja los tres cargadores restantes sobre los sacos terreros.
Cuando puede, sigue informando al cuerpo de guardia de cuanto ve. A su espalda, batiendo la noche, una ametralladora que ha colocado el equipo EOD empieza a apoyarle por el fuego. Ya sabe que sus compañeros están ahí, aunque todavía no pueden acercarse porque el fuego de mortero es muy intenso. Sabe que tomó, desde el primer momento, la decisión acertada: aguantar el ataque, informar de éste y resistir hasta recibir apoyos para repelerlo; y cuando uno está solo esa decisión no es fácil.
Vineta: Esteban
No es la primera vez que disparan al soldado Trejo, porque ya ha participado en varias acciones de combate con su unidad
Las inmediaciones del puesto están llenas de metralla. Ha identificado los orígenes del fuego y lo comunica al jefe de la guardia. Los atacantes siguen lanzando granadas con intención de alcanzar los helicópteros estacionados en la explanada; pero Jorge, haciendo fuego tiro a tiro, no está dispuesto con su acción a permitirlo; y persiste en reflejar el fuego con el fuego y devolver los ataques con la obstinada resistencia, como si fuera un espejo infinito de batalla. Siguen lloviendo disparos por todos lados y Jorge sigue aguantando en su posición, que defenderá a toda costa.
No es la primera vez que disparan al soldado Trejo, porque ya ha participado en varias acciones de combate con su unidad; como la ocurrida en el mercado de Diwaniyah la noche anterior, y la que al día siguiente resultaría de la emboscada donde sería herido el capitán de su compañía. Pero como el azar no se está quieto, ni tan siquiera a falta de diez minutos para que le hagan el relevo del servicio de guardia, de nuevo tiene que demostrar valor, serenidad e iniciativa.
Él sabe que con un soldado empieza toda defensa y con un soldado empieza todo ataque; con un soldado como él, que estando solo en su garita hizo lo que tenía que hacer, porque sabía que el que tuviere orden de conservar su puesto a toda costa lo hará (como dicen las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas).
Pero bueno, todavía le quedan diez minutos para terminar su guardia y tan solo piensa en mantenerse alerta hasta el final; y cuando le hagan el relevo se fumará un cigarrillo y se sentará un rato a mirar el cielo de la noche, que en Irak rápido se llena de estrellas, y calman cualquier espíritu. Solo le quedan diez minutos; y eso no es mucho.
Para saber más...
La Brigada “Plus Ultra” II —sobre la base de la Brigada “Extremadura” XI— estaba formada por 1.300 militares españoles y 1.100 centroamericanos (salvadoreños, hondureños y dominicanos). Inició su despliegue en Irak el 15 de diciembre. Formaba parte de la División Multinacional hispano-polaca que llevaba a cabo funciones de reconstrucción del país y mantenimiento de la seguridad.
El soldado Trejo no recuerda cuanto tiempo estuvieron haciendo fuego aquella noche —con una ametralladora, desde un BMR situado en la puerta lateral, la ametralladora mencionada en el texto y él—, pero fue muy intenso. Lo que sí sabe es que consiguieron que el enemigo se batiera en retirada y a los pocos días sus jefes le dijeron que le habían propuesto para que se le concediera la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo por su acción.
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