EL DÍA 7 DE AGOSTO DE 1539 SE PRODUJO EL FIN DEL ASEDIO DE CASTELNUOVO

  

 SOLIMÁN EL MAGNÍFICO, emperador Otomano.
SOLIMÁN EL MAGNÍFICO, emperador Otomano.

El asedio de Castelnuovo (actual Montenegro) se produjo entre el 18 de julio y el 7 de agosto de 1539 (luchas por el mar Mediterráneo durante las Guerras Habsburgo-Otomanas).

Esta ciudad amurallada había sido tomada por tropas de Los Tercios del ejército español el año anterior, durante la campaña de la Liga Santa contra el Imperio Otomano.

La localidad amurallada fue sitiada por tierra y mar por un poderoso ejército otomano dirigido por Jeireddín BARBARROJA, quien ofreció una rendición honorable a las tropas defensoras. Sin embargo, esta fue rechazada por el comandante español Francisco SARMIENTO  y por sus capitanes, a pesar de saber que la flota cristiana había sido derrotada en la batalla de Préveza y  no podría acudir en su auxilio.

 
Durante el asedio, las fuerzas hispanas ofrecieron una feroz resistencia y causaron numerosas bajas a los otomanos. 
 
Durante tres duras semanas de continuos asaltos, Castelnuovo cayó ante los sitiadores y casi todos los españoles, incluido Sarmiento, murieron defendiéndola.
 
La pérdida de esta plaza fuerte puso fin al intento de los poderes cristianos de retomar el control del Mediterráneo oriental.
 
La valentía demostrada por los soldados de Los Tercios Españoles fue elogiada en toda la Europa cristiana y se convirtió en tema de numerosos poemas y canciones.
 
 
 
ANTECEDENTES DE ESTA BATALLA:
 
En 1538 la principal amenaza para la Europa cristiana era el expansionismo del Imperio Otomano.
 
Los ejércitos del sultán SOLIMÁN EL MAGNÍFICO habían sido detenidos en Viena en 1529.
 
En el mar Mediterráneo, una ofensiva cristiana trató de contrarrestar el peligro de una gran flota turca en 1535, cuando una poderosa armada al mando de Don Álvaro de Bazán y de Andrea Doria capturó Túnez y expulsó al almirante otomano Jeireddín BARBARROJA de las aguas del Mediterráneo occidental.
 
Posteriormente, BARBARROJA fue nombrado comandante de una gran flota con la que debía llevar a cabo una campaña contra las posesiones de la República de Venecia en los mares Jónico y Egeo. En esta campaña, tomó muchas islas y ciudades del Mediterráneo.
 
Ante estos hechos, la República de Venecia, muy afectada por la pérdida de sus posesiones y la ruina de su comercio, puso en marcha una vigorosa campaña diplomática destinada a crear una "Liga Santa" para recuperar los territorios y expulsar del mar a las naves otomanas.
 
En febrero de 1538, el papa Paulo III consiguió que se pusiera en marcha una liga católica compuesta por la propia Santa Sede, Venecia, el imperio español, el archiducado de Austria y los caballeros de Malta. Las previsiones eran que la flota aliada debía sumar 200 galeras y 100 barcos auxiliares, en los que debía embarcar un ejército de 50 000 soldados de Infantería y otros 4500 de Caballería.
 
Sin embargo, sólo se pudo reunir una fuerza de 130 galeras y un ejército de unos 15 000 hombres, la mayoría españoles.
 
El mando de la flota lo tendría oficialmente el genovés ANDREA DORIA (había más comandantes en la flota, a su mando). 
 
El desacuerdo entre los distintos comandantes de la heterogénea fuerza cristiana disminuyó su efectividad contra un terrible enemigo con gran experiencia, como era Barbarroja. Ello quedó demostrado en la derrota católica en la batalla de Préveza, librada en el golfo de Arta en el mar Jónico. A pesar de este revés, la flota de la Liga Santa apoyó el desembarco de la infantería en la costa de Dalmacia y conquistó Castelnuovo, que era una pequeña localidad costera con una estratégica fortaleza a medio camino entre las posesiones venecianas de Cattaro y Ragusa en la región conocida como Albania veneciana (actual Nápoles).
 
Tras este éxito, Venecia reclamó la posesión de la plaza fuerte, pero el rey Carlos I de España, cuyas tropas la habían tomado, se negó a cederla. 
 
Este desacuerdo provocó que Venecia abandonara la "Liga Santa", cuya duración había sido muy breve. Esto supuso un gran revés para los defensores, pues sin el apoyo de la flota veneciana, sería prácticamente imposible vencer a BARBARROJA.
 
 
EL ASALTO:
 
El 23 de julio el ejército de Barbarroja estaba listo para iniciar un asalto a gran escala y su artillería estaba preparada para echar abajo los muros de Castelnuovo. Con su clara ventaja numérica sobre la guarnición española, la cual estaba completamente aislada y sin posibilidad de recibir ayuda o suministros, Barbarroja les ofreció una rendición honorable, que incluía el tránsito seguro para Sarmiento y sus hombres hasta Italia, conservar armas y banderas y el pago de veinte ducados a cada soldado español. A cambio, le pedía a Sarmiento que abandonara toda su artillería y la pólvora.
 
Dos cabos de la compañía del capitán Vizcaíno, Juan Alcaraz y Francisco de Tapia, se las arreglaron para regresar a Nápoles, y años después escribieron su relato de los hechos. Ambos dejaron constancia de que la respuesta hispana fue que «el maestre de campo consultó con todos sus capitanes, y los capitanes con sus oficiales, y decidieron que preferían morir al servicio de Dios y de su Majestad».
 
 
 
Se inició el gran asalto. Duró todo el día y murieron muchos hombres porque los otomanos emplearon al mismo tiempo tanto infantería como artillería para asaltar los muros de Castelnuovo, lo que provocó bajas tanto por fuego amigo como por acción de los defensores.
 
Durante la noche los españoles mejoraron sus defensas y tapiaron los boquetes abiertos en las murallas. Cuando se reanudó el ataque a la mañana siguiente, día de Santiago, el obispo Jeremías permaneció junto a los soldados para infundirles valor y confesar a todos los que resultaban heridos de muerte en la defensa. Alrededor de seis mil otomanos murieron en el sangriento asalto por tan solo cincuenta entre los defensores españoles, aunque el número de hombres que luego morirían de sus heridas probablemente fuera mayor.​
 
 
LOS JENÍZAROS OTOMANOS:
 
En los siguientes días los cañones turcos concentraron sus proyectiles en un fuerte de la ciudad alta, considerado por Barbarroja como un punto clave que era necesario capturar. Al mismo tiempo, los cañones restantes siguieron disparando contra las débiles murallas de la localidad.
 
El 4 de agosto el comandante otomano ordenó un asalto sobre las ruinas del fuerte, reducido a escombros. Sarmiento, que también lo consideraba un importante lugar de defensa, había reforzado la guarnición y evacuado a los heridos en los días previos. La acometida se produjo al amanecer y la batalla se prolongó toda la jornada, en la cual se distinguió el capitán Machín de Munguía, que lideró a los defensores. Al anochecer los españoles restantes retrocedieron junto a los heridos hacia las murallas y dejaron las ruinas a los turcos. El día fue sangriento, murieron muchos españoles.. Entre los pocos supervivientes capturados por los otomanos encontraron tres desertores. Fueron llevados ante Barbarroja al que animaron a continuar con los asaltos y le informaron que los españoles habían sufrido numerosas bajas, estaban escasos de pólvora y balas, y entre ellos había muchos heridos y exhaustos.
 
 
LA CAPTURA OTOMANA:
 
El 5 de agosto se lanzó un nuevo ataque contra las murallas. Barbarroja estaba seguro, por lo que habían afirmado los desertores, que Castelnuovo caería pronto. En esta ocasión tomaron parte todos los jenízaros restantes y a la caballería se le ordenó desmontar para sumarse al ataque. A pesar de la tremenda diferencia numérica, los experimentados soldados españoles de Los Tercios soportaron con éxito la acometida otomana y consiguieron que ese día tan sólo cayera en manos de su enemigo una torre de la muralla.
 
Sarmiento ordenó a sus zapadores que prepararan una mina para derrumbar esa torre, pero el intento fracasó por una explosión accidental de pólvora que mató a todos los soldados que trabajaban en la mina.
 
Al alba del día siguiente un inesperado aguacero arruinó las llaves de mecha de los arcabuces españoles, los pocos cañones restantes y toda la pólvora. Así, la defensa de las murallas se desarrolló con espadas, picas y cuchillos varios, una lucha en la que se vieron obligados a participar hasta los soldados españoles heridos en días previos.
 
El último y definitivo ataque de los sitiadores se desató a la mañana siguiente, DÍA 7 DE AGOSTO DE 1539.
 
Francisco de Sarmiento, montado en su caballo, resultó herido en el rostro por tres flechas, aunque siguió dirigiendo a sus hombres.
 
Ante los incesantes bombardeos, las murallas quedaron indefendibles y el comandante español ordenó retirada general a los 600 hombres que le quedaban. Su plan consistía en defender un castillo en la parte baja de la localidad, donde estaba refugiada la población civil. Aunque el repliegue se hizo con perfecto orden y disciplina, Sarmiento y sus hombres se encontraron las puertas del castillo cerradas. Sus ocupantes ofrecieron una cuerda al comandante español para trepar los muros, pero éste rehusó y respondió que «Dios nunca querría que yo me salvara y mis compañeros murieran sin mí». Dicho esto, se sumó a sus capitanes para liderar la última defensa.
 
Rodeados por el ejército otomano, los últimos soldados españoles lucharon espalda con espalda hasta la extenuación. Al final de ese día, Castelnuovo estaba completamente en manos otomanas.