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Berriak

viernes 7 de agosto de 2020

Zenbakia: 013

El Legado del Teniente Cosido Cantó, de vuelta en casa.

El Legado del Teniente Cosido Cantó

Entrada del GREG 52

El Legado del Teniente Cosido Cantó

Familiar del Tte. Cosido Cantó

El Legado del Teniente Cosido Cantó

El Tcol. Embid junto a un familiar del Tte. Cosido

La historia del Protectorado, además de un desafío estratégico para una España con ansia de resarcimiento por las colonias perdidas en el 98, siempre ha sido un reto para aquellos jóvenes oficiales que con un horizonte de patriotismo, buscaban la gloria, unos en vida y otros tras la muerte.

El teniente José Cosidó Cantó fue uno de ellos, y aunque pronto llegó al Rgto. de Infanteria Melilla 59 (FEB 1920), poco tardaría en satisfacer el orgullo de lucir el “tarbush” siempre en extrema vanguardia con el Grupo de Regulares Indígenas de Melilla nº 2 (NOV1920).

El destino le deparaba una gran sorpresa, ser testigo del derrumbe histórico. Ocasión que demandaba luchar y sufrir entre los elegidos, escoltar un convoy de esperanza a Igueriben, tener serenidad en el principio del fin con el repliegue de Annual y por supuesto, saber aceptar con disciplina una retirada con tintes de humillación a sus acuartelamientos de Nador y Seganga.

En el Socorro a Melilla, Regulares nº2, remonta el vuelo, como el Ave Fenix que surge de sus cenizas y junto a sus hermanos de Regulares nº 3 de Ceuta, recuperan el terreno perdido con la rabia de vengar a los miles de compañeros caídos en el infierno del Rif.

El 9 de septiembre del 21, el tte. Cosidó fue herido en la posición de Tizza, en un día de combate hasta la extenuación, donde hubo compañías que perdieron hasta un 65% de sus efectivos, pero que finalmente y como reza el diario de operaciones del Grupo “se toma la posición en medio de una lluvia de balas y el Grupo queda desecho…”. El tte abandona el frente debido a la inexcusable evacuación sanitaria, primero a Melilla y después a Málaga, y una vez recuperado de sus heridas, el deber le reclama para combatir de nuevo con los suyos, con su capitán Asensio Cabanillas y su teniente coronel Núñez de Prado.

Tras unas décadas haciendo camino por la Historia española, tanto por tierras africanas como peninsulares, logra hacer realidad su deseo del alma, incorporarse a las fuerzas regulares indígenas, pero esta vez en el Grupo nº 5 con sede en Seganga, desde septiembre de 1941 al 1952. Ahora, con el empleo de teniente coronel, conocería y compartiría el esplendor del Grupo “Alhucemas” de la mano del coronel Capalleja, digno artífice de uno de los mejores acuartelamientos de la época.

Una vida llena de recuerdos, todos por España, mezcla de satisfacciones y heridas, hechos narrados por libros de historia y de otros simplemente compartidos en familia y explicados con el significado del silencio.

Pero el mejor legado a la patria, fueron sus hijos. Jose Miguel, siguió inicialmente los pasos de su padre en Regulares nº 5 de “Alhucemas” desde el 1942 al 1946, donde compartieron padre e hijo lo mejor de la milicia, al estilo de los “jabatos” (como eran llamados los militares que en busca de gloria, se incorporaban al ejercito africano). Fruto de esas vivencias, José Miguel, se reafirma en su amor por la carrera de las armas, y lo refrenda con su ingreso en la Academia General Militar (V Promoción). Su otro hijo, Carlos, también sería militar, pero en este caso, del Ejercito del Aire y alcanzando el empleo de coronel.

El compromiso con el servicio a España, continuaría en la siguiente generación con nietos en la Guardia Civil y en el Cuerpo Militar de Sanidad (teniente coronel de veterinaria).

Pero además del legado humano, el teniente Cosidó Cantó, como gran aficionado de la fotografía, le gustaba dejar testimonio gráfico de la aventura de su vida. Era su tesoro de papel, guardado por su mujer, esperando que alguien lo desempolvara, la herencia de un legado que era un orgullo para la familia Cosidó-Caturla. Con la muerte de María (1986), su compañera y guardián, los herederos descubren un reportaje fotográfico conservado en álbumes con sabor a legajo e impregnados en colores sepia y blanco y negro. Tamaños variados, todos originales, algunos de su propia autoría y otros de profesionales de la época por encargo, pero en su conjunto, un resumen que da vida al pasado de un soldado y de su historia.

Con el paso del tiempo, cada foto y cada álbum, recobraban el sentido de las “batallas del abuelo” entre sus fieles regulares y los moros rebeldes, entre la vida cuartelera de Seganga y el paseo por el modernismo de Melilla.

En un primer intento por recolocar el pasado en el presente (2013), hijo (José Miguel) y nieta (Paloma) planean un viaje a Melilla para reconciliar la memoria del abuelo y el destino de sus entrañables álbumes fotográficos, como el que busca el descanso eterno en la tierra que le vio crecer. El viaje era un proyecto lleno de ilusiones, con la misma ansia que los Regulares anhelaban llevar agua a Igueriben en sus cantimploras, pero que finalmente y en ambos casos, la muerte del regular sesgó de golpe el logro del objetivo.

Por aquel entonces, la hoja de servicios del teniente Cosidó cae en las manos de su nieto José Javier (hermano de Paloma), y a partir de aquí, nace la curiosidad por descubrir la figura del ilustre oficial de Regulares. Con ello, aceptó el testigo para perpetuar su memoria, inicia una andadura de horas de investigación, consultas de blogs y mensajería que ponían nombres a caras y razones a las acciones.

De nuevo surge la inquietud de cómo proceder, de cómo dar a conocer y difundir algo que había llegado a sus manos, pero que era un poco de todos los que habían sido hermanos de sangre, los que yacían eternamente en los panteones de los grupos 2 y 5 en el Cementerio de la Purísima Concepción de Melilla, en las ruinas abandonadas de los viejos cuarteles con la media luna sobre las puertas con arco de herradura, de sus historias y leyendas que han sido depositadas, recuperadas y heredadas en su forma más humilde en la Sala Histórica del Grupo de Regulares de Melilla nº 52, en la base Alfonso XIII de Melilla.

Con la fe firme de cerrar un capitulo, Paloma lidera un nuevo intento para depositar el “legado del abuelo en Melilla”. En esta ocasión, ella no venía sola, venía en nombre de la familia Cosidó-Caturla, con la fuerza de su padre José Miguel que cayó como los de Igueriben justo antes de lograr un sueño, con el respaldo biográfico de su hermano José Javier, pero sobre todo con el orgullo de su digno representado, el teniente José Cosidó Cantó siempre presente.

En nombre de todos los componentes del Grupo de Regulares de Melilla nº 52 y de los que han vestido en alguna ocasión el uniforme garbanzo, muchas gracias a la familia Cosidó-Caturla, por el deposito del reportaje fotográfico del teniente Cosidó.