Desde el primer carro Renault FT-17, los medios acorazados, y los procedimientos de empleo han ido evolucionando al compás de los conflictos hasta llegar al carro Leopardo 2E actualmente en servicio. Los componentes de las unidades acorazadas, sus tripulaciones, sus especialistas, con su iniciativa, compromiso, sacrificio y disponibilidad para el servicio han sido siempre el elemento esencial para lograr que estos medios proporcionen a nuestro Ejército la potencia de fuego, movilidad y choque necesarios para obtener la superioridad en el enfrentamiento en los conflictos terrestres.

Antecedentes

El primer carro de combate adquirido por España es el RENAULT FT-17 que llega a Madrid el 23 de junio de 1919. El vehículo es sometido a una serie de pruebas en la Escuela Central de tiro de Carabanchel (Madrid), presenciadas algunas de ellas por el rey Alfonso XIII. Tras el “Desastre de Annual”, en julio de 1921 surge la necesidad de dotar al Ejército con material moderno y resolutivo. El día 12 de enero de 1922, el Ejército de Tierra recibió la primera de las 10 unidades del FT-17. El día 9 de marzo del mismo año, se organizó en la Escuela Central de Tiro la 1ª Compañía de Carros Ligeros del Ejército Español, al mando del Capitán D. Vicente Valero de Bernabé y Casañes. Es, por tanto, el 9 de marzo el día que tradicionalmente se ha considerado como el origen de las Unidades Acorazadas en España

Primera laureada a un carrista: Sargento de Infantería D. Mariano García Esteban

El Sargento García Esteban formaba parte de la Compañía de Carros de Asalto, que el día 5 de junio de 1923 efectuaba una operación de escolta de un convoy con destino a “Tizzi Azza” en el protectorado español en Marruecos. Durante el desarrollo de dicha operación se desencadenó una intensa descarga de fusilería enemiga. El Sargento se quedó ciego al ser alcanzado por una bala que penetró por la mirilla de la torreta de su carro. A pesar del intenso dolor mantuvo la posición y consiguió consumir hasta el último cartucho de su ametralladora, provocando numerosas bajas. Sólo en el momento en el que el enemigo abandonó su reducto consintió en retroceder para ser atendido.

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