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Friday, October 4, 2013

Number: 01

PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL GENERAL DE BRIGADA D. AMADOR ENSEÑAT Y BEREA DURANTE LA CEREMONIA DE IMPOSICIÓN DE LA FAJA DE GENERAL.

 

Mi General, Excelentísimos Señores Generales, Oficiales, Suboficiales, personal de tropa, querida familia, Señoras y Señores
En primer lugar, me gustaría agradecer a todos los presentes que me hayan querido acompañar en este acto, desatendiendo sus compromisos personales y obligaciones profesionales y, en algunos casos, llegando desde tierras lejanas.
Habiendo nacido en una familia de raigambre castrense en la que una buena parte de las tres generaciones que me precedieron fueron Oficiales del Ejército y de la Armada, no fue una sorpresa que con 16 años, tras haber aprobado COU, la Selectividad universitaria y superado el Examen Previo emprendiese, en un lejano julio de 1977, con la sola compañía de una maleta y henchido de ilusión, un incierto viaje en dirección a Montelarreina (Zamora) donde habría de realizar la fase campamental del proceso de ingreso en la Academia General Militar.
La suerte me fue adversa y hube de regresar a mi amada La Coruña con un No Apto en la mochila y el orgullo de haber jurado defender a España ante la Bandera del Regimiento de Infantería de Defensa Contracarro Toledo nº 35. El aparente fracaso fortaleció mi carácter, añadiendo humildad, prudencia y determinación a mi deseo de iniciarme en la carrera de las armas. Con el juramento ante la Bandera manifesté un compromiso de servicio a la Patria que hoy mantengo inalterable.
Un año después, en apariencia más maduro y con algunas lecciones aprendidas, superé sin contratiempos las tres pruebas que componían el proceso de ingreso; la última de ellas el Curso Selectivo, en el que habría de compaginar el primer Curso de la carrera de Ciencias Físicas por la Universidad de Zaragoza con la formación propiamente militar: un audaz y ambicioso Plan, adelantado a su tiempo, concebido, no lo olvidemos, hace más de 40 años.
Ingresé en la Academia General Militar formando parte de la XXXVIII Promoción, la de “los buitres”, que más tarde recibiría el sobrenombre de “Infanta Cristina”; una “promoción calificada de retales”, por ser todos repetidores de algo, pero de la que se han hecho buenos trajes y a la que me siento muy orgulloso de pertenecer. Tras cuatro años de permanencia en “el solar zaragozano, donde mi el alma el temple recibió” y mi vocación y espíritu castrenses se reforzaron con la inestimable ayuda del Decálogo del Cadete, completé mi formación con la recibida en la Academia de Artillería formando parte de la 271ª Promoción del Real Colegio.
El 15 de julio de 1983 recibí el despacho de Teniente y me dirigí, reconozco que asustado, a tomar posesión de mi primer destino en el Regimiento de Artillería de Campaña nº 11, entonces de guarnición en el madrileño barrio de Vicálvaro. No más de ocho meses permanecí en el Regimiento pero en los que tuve la suerte de tener un magnífico Capitán, Félix Gálvez, reciente y repentinamente fallecido, unos magníficos compañeros como los Tenientes Luis Martínez y Meijide, José Enrique Muñoz Martínez y Juan Carlos López Roca, y unos magníficos subordinados como los Sargentos Alfonso Manzano, hoy Comandante, y Roberto Hermida.
Pronto se cumplió mi sueño de ser el Jefe de la Sección de Artillería Ligera de la Guardia Real, donde permanecí más de tres años y medio, sirviendo en las inmediaciones de Su Majestad el Rey, mandando tropa profesional con muchos años de servicio, lo que a la fuerza hizo madurar mi carácter, ejerciendo mi vocación por la docencia en los Cursos preparatorios para el ascenso a Teniente y Brigada de la Escala de la Guardia Real y disfrutando, por qué no decirlo, de una de mis pasiones de juventud: el mundo del caballo. De todos los Jefes directos que tuve, quisiera resaltar a dos, el entonces Teniente Coronel Francisco Royo Gomollón y el Capitán y querido y recordado amigo Gabriel Desmonts Basilio, también desgraciadamente fallecido y cuya viuda Rosa no ha podido unirse a esta celebración por contingencias de última hora.
Ya con las tres estrellas de Capitán, entonces en la bocamanga, y estando en Lista de Revista del Grupo Logístico de la Brigada de Cazadores de Montaña LI de Gerona, realicé en este Acuartelamiento, en sus últimos días como Academia de Artillería, el Curso de Sistemas de Dirección de Tiro y Detección y Localización de Objetivos. Durante los tres años siguientes, sería profesor de ese mismo Curso, ya en Segovia, embarcado en una misión compleja por partida triple: por la dificultad de la materia a impartir, por tener de alumnos a excelentes Capitanes, algunos de mayor antigüedad, y por tratar de estar a la altura de los magníficos compañeros con lo que compartía tarima.
Las vicisitudes de la carrera militar me llevarían a continuación por primera vez al Regimiento de Artillería Antiaérea nº 71, entonces ubicado en Campamento, donde ejercí el título del que había sido profesor, mandando la 15ª Batería, la Batería de Servicios de su primer Grupo. Practiqué el lema de “servir para servir” y descubrí la trascendencia, y a veces lo desagradecido que puede resultar el mundo de la logística. Estuve a las órdenes del entonces Coronel Villarroya y del Teniente Coronel Corral y conté con magníficos subordinados como el Sargento 1º Manzanares, hoy Subteniente en la Unidad de Servicios de este Acuartelamiento y responsable de la organización de la copa de vino español que se servirá a continuación de este acto, y Manolo Flórez, entonces Sargento de Artillería y hoy Comandante de Intendencia en este Cuartel General.
Mi afición por los asuntos internacionales me había llevado a cursar la Carrera de Ciencias Políticas en esa especialidad y realizado el Curso de Altos Estudios Internacionales, que me sirvió para establecer una relación de admiración, respeto y amistad con el Excmo. Sr. D. Fernando de Salas López, relación que de forma ininterrumpida ha llegado hasta hoy. Esa misma afición me llevó a solicitar ser miembro de la entonces por muchos deseada Unidad de Verificación Española en el Estado Mayor de la Defensa, cuyo principal cometido consistía en la verificación de la puesta en práctica del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa. Tuve la oportunidad de servir bajo magníficos Jefes como el entonces Teniente Coronel Fernando Sánchez-Lafuente y ser compañero de capaces oficiales y suboficiales que cumplíamos cometidos en la Plana Mayor de la Unidad o de inspector o escolta en las diferentes actividades de verificación.
Durante mi destino en la UVE realicé el Curso de Jefes, o como quiera que entonces se llamase, en la que mi Promoción tuvo la suerte de encontrarse de nuevo con el hoy General José Faustino Vicente, quien tanto ha influido en nuestra formación, y a quien muchos de nosotros tanto debemos.
Después vendría el Curso de Estado Mayor en la querida Escuela de Santa Cruz de Marcenado, donde me llegaría el ascenso a Comandante, y de la que tras dos años de intensísimo trabajo, y con la faja azul ceñida en mi cintura por Su Majestad el Rey, no sin algún contratiempo (el famoso botón que se desprendió de la guerrera) y alguna alegría relativamente inesperada (mi mujer Olga comenzó el proceso de parto de Rodrigo en plena ceremonia), saldría hacia Pontevedra para integrarme en el Estado Mayor de una de las mejoras Brigadas de nuestro Ejército, la Brigada Aerotransportable. Allí tuve la oportunidad de estar a las órdenes de los Generales Alonso del Barrio y Herguedas Carpio y del Teniente Coronel Rodríguez Trapiello y de tener como compañeros, entre otros, a los entonces Comandantes Gumersindo Veiga, el añorado Rafa Ezquerro y Gonzalo Sánchez Gamboa. Además de realizar mi primera misión en Bosnia-Herzegovina, pude disfrutar, sin menoscabo de mi orgullo de artillero, de mi amor por la unión y hermandad de las Armas y Cuerpos de nuestro Ejército sirviendo en una Gran Unidad que se preciaba de ser y sentirse interarmas, y de la que llegué a ser el Jefe de la Sección de Operaciones de su Estado Mayor.
Sentimiento interarmas que se complementaría con un sentimiento “inter-Ejércitos”, conjunto, tras mi paso por la Sección de Operaciones Actuales del Estado Mayor Conjunto de la Defensa y Puesto de Mando del JEMAD, germen del hoy Mando de Operaciones pero con sólo cinco personas. Allí tuve la suerte de estar a las órdenes, ni más ni menos, que de los entonces Coroneles Fernando Sánchez-Lafuente, Eduardo Rodríguez Alonso y el Teniente Coronel Alfonso De la Rosa, a quien agradezco su presencia y presidencia en este acto, y de tener como colaborador al siempre dispuesto, Capitán, Francisco “Paco” González de Cáceres. Fueron dos años (1998-2000) de ebullición operativa y tuve la oportunidad de participar en el planeamiento y conducción de las operaciones en los Balcanes (Bosnia-Herzegovina, Albania, Kosovo, Macedonia) pero también de las realizadas para aliviar el sufrimiento humano ante el huracán Mitch en Centroamérica, las inundaciones en Mozambique y un terremoto en Turquía.
Experiencia operativa conjunta que me sirvió para realizar con dignidad, y dicen que con aprovechamiento, el Curso Avanzado de Mando y Estado Mayor en el Joint Service Command and Staff College del Reino Unido, donde pude ver y practicar otra forma de entender y hacer las cosas que ya se estaba reflejando en aquel momento en el primer Curso de Estado Mayor organizado por la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas.
A mi regreso del Reino Unido y acompañando al Teniente Coronel Ulpiano Yrayzoz que también regresaba de aquellas tierras, fui a dar con mis bártulos por cuatro años al Estado Mayor del Ejército bajo las órdenes de los Generales de Ejército Pardo de Santayana y García González cuya presencia aquí y ahora agradezco enormemente, formando parte de su División de Planes, dirigida sucesivamente por los Generales Barbudo Gironza y García Sieiro. Pasé a formar parte de la Sección de Asuntos Internacionales, a la sazón al mando del Coronel Juan Carlos Villamía y que contaba con la flor y nata de la oficialidad de Estado Mayor de aquella época, los Tenientes Coroneles Pedro Galán, que más tarde también sería Coronel Jefe de Sección, Juan Campíns y Arturo García-Vaquero. Allí, integrado en el Negociado de planeamiento de fuerzas y relaciones con la OTAN y la Unión Europea, pude contribuir con mis compañeros a la consecución de los requisitos internacionales del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad de Bétera, a la defensa numantina y entonces exitosa del desaparecido Cuartel General OTAN de Retamares, a los primeros pasos de la Política Europea de Seguridad y Defensa, a la Presidencia Española de la Unión Europea y a la participación en el proceloso proceso de planeamiento de fuerzas de la OTAN, con los Force Goals y el DPQ, en un momento de transición entre una situación en la que nosotros mismos nos poníamos las preguntas y nos corregíamos el examen, a otra bien diferente derivada de la plena incorporación de España a la Estructura Militar de la Alianza Atlántica.
Tras una nueva misión en Bosnia-Herzegovina, en la que tuve la oportunidad de asistir desde el Cuartel General de Sarajevo al relevo de la OTAN por la Unión Europea, y tras dejar a mi hermano, el verdadero Fernando, a cargo de “mis asuntos” en la Sección de Asuntos Internacionales, tuve el honor y la oportunidad de mandar el II Grupo SAM HAWK del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 74 en la por aquel tiempo para mi casi desconocida Sevilla, ciudad que descubrí en tres años de paseos vespertinos y cuyo recuerdo llevaré por mucho tiempo en mi corazón. Tiempo de disfrutar con el mando y la responsabilidad, pero también una ocasión para aprender todos los días de mis Coroneles Ricardo Sotomayor, Juan Campins y Pepe Labandeira, del Teniente Coronel Juan Reguera y de unos excepcionales subordinados, Oficiales, Suboficiales y Tropa, algunos de los cuales me honran hoy con su presencia.
Tras mi regreso de Sevilla, el entonces General de Brigada Pedro Galán me reclamó para la Secretaría General del Estado Mayor del Ejército y me supo perdonar que no llegase a estar con él ni seis meses pues, atraído por los cantos de sirena que venían de Castellana 109, pasé a formar parte de la División de Asuntos Estratégicos y de Seguridad de la Secretaría General de Política de Defensa, proyecto cívico-militar novedoso, en la que tuve la oportunidad de contribuir, entre otras cosas, a la elaboración de la Estrategia Española de Seguridad. Allí pude comprender la necesidad de la sinergia de las capacidades militares y civiles para acometer el enfoque integral de la seguridad que la situación geoestratégica actual nos demanda.
Durante la realización del Curso de General, permíteme mi General que evite su verdadero nombre, me hice cargo del mando del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 71 y de la Jefatura de este Acuartelamiento de Fuencarral, al que no renuncio en denominar “Capitán Guiloche”. Otra vez, tiempo de disfrutar y de aprender a las órdenes de dos excepcionales Jefes, caballeros y amigos, los Generales Javier Bonal y Juan Vicente Cuesta, arropado por magníficos Tenientes Coroneles, Oficiales, Suboficiales y Tropa, tanto en el Regimiento como en la Unidad de Servicios de Acuartelamiento, y apoyado, cuando no aguantado, por el Cuartel General del Mando de Artillería Antiaérea. Como muchos de vosotros estáis aquí y de alguno me habré de olvidar, sólo citaré a una persona, que lleva casi 29 años sirviendo en el Regimiento, el Cabo Mayor Amoedo, ejemplo de lealtad y espíritu militar, y en el que personalizo el agradecimiento que profeso por todos vosotros.
Finalizado el período de mando del Regimiento me incorporé, sólo por unas semanas, a la Dirección de Enseñanza en Granada donde permanecí destinado mientras realicé una gratificante comisión de servicio en Naqoura, ejerciendo como Segundo Jefe de Estado Mayor para Operaciones del Cuartel General de la Fuerza Provisional de Naciones Unidas para el Líbano, en la que pude poner en práctica mis conocimientos teóricos sobre las misiones integradas, esforzándome en aunar esfuerzos civiles y militares en pos de un objetivo común.
En Naqoura me llegó el ascenso a General de Brigada y allí me impusieron las divisas del nuevo empleo. A los pocos días de mi regreso a Territorio Nacional, efectuaba mi despedida en la Dirección de Enseñanza y mi presentación como Secretario General del Mando de Adiestramiento y Doctrina, cargo que satisface plenamente mis expectativas personales y profesionales. Misión difícil, complicada pero apasionante, donde tengo el privilegio de estar a las órdenes del Teniente General Alfredo Ramírez, cuyas obligaciones profesionales le han impedido estar en este acto, al servicio de las Direcciones de Enseñanza y de Investigación y Doctrina, y de poder disfrutar no sólo del destino sino también de Granada, una de las ciudades y provincias más bellas de España.
Y ésta ha sido, puedo decir que por ventura, mi vida militar. La palabra que más he repetido sin lugar a dudas ha sido, en sus diferentes tiempos, el verbo “disfrutar”. He sido en verdad un privilegiado a lo largo de mi carrera: he vivido plenamente mi vocación; he disfrutado en todos los empleos; he sido feliz en todos los destinos; he estado satisfecho con lo que estaba haciendo, aunque no siempre de cómo lo hacía pues, con toda certeza, podría haber servido mejor, entregarme más, poner más carne en el asador.
Permítanme que les haga partícipe de los sentimientos que hoy me embargan. No es, paradójicamente, la felicidad. Soy y estoy feliz, pero como lo he sido y estado siempre. Esos sentimientos son el agradecimiento y el compromiso.
Agradecimiento a todos cuantos han contribuido a la decisión de mi ascenso a General de Brigada y a todos los jefes, compañeros y subordinados que me han apoyado y arropado a lo largo de mi carrera.
Agradecimiento y recuerdo emocionado a mi excepcional padre, Amador Enseñat y Sánchez-Cruzat, Coronel de Artillería, de quien heredé la vocación militar, y a su hermano Fernando, Coronel de Infantería y legionario, por quien estuve a punto de ser infante en lugar de artillero, cuyas tempranas muertes les han impedido disfrutar, con toda seguridad más que yo, de esta ceremonia. Reconforta creer que desde el Cielo están participando en este acto y, en cualquier caso, están presentes en nuestra mente y corazón.
Agradecimiento a mi madre María Luisa y a mis seis hermanos (Marisa, Ñañe, Kiko, Nando, Juan y Jacobo) por haberme proporcionado desde mi niñez un excepcional ambiente familiar que posteriormente facilitó mi ingreso en la Academia General Militar y sirvió de gran apoyo durante los primeros pasos y destinos de mi carrera militar. Agradecimiento que hago extensivo al resto de mi familia natural y política.
Agradecimiento especial a mi mujer Olga y a mis hijos Amador y Rodrigo, por vuestro incondicional apoyo, por estar siempre ahí a pesar de que con resignación habéis tenido que acostumbraros a un marido y un padre ausente, y por las renuncias personales y profesionales que, especialmente Olga, has tenido que realizar. Yo he disfrutado la carrera militar, vosotros, en gran medida, la habéis sufrido. Perdonadme por ello.
Agradecimiento a mi padrino, General Pedro Galán, por haber aceptado ceñirme la faja que acredita mi acceso al Generalato. Desde que tuve la suerte de estar a tus órdenes constituyendo para mí un referente personal y profesional, siempre has mostrado una inmerecida preocupación por mi familia y mi carrera, actuando a veces como jefe, otras como compañero y siempre como amigo. María Antonia y tú nos habéis acogido a Olga y a mí abriéndonos vuestra familia y hogar en una relación que va mucho más allá de la mera amistad. Quisiera pedirte perdón públicamente por no haber estado siempre a tu altura y, en ocasiones, haber antepuesto la honrada ambición a la lealtad debida a tu amistad y apoyo.
Agradecimiento al Regimiento de Artillería Antiaérea nº 71 y al Mando de Adiestramiento y Doctrina por haber tenido la generosidad de obsequiarme con el bastón de mando y el sable que completan con la faja los atributos de Oficial General.
Agradecimiento al Cuartel General del Mando de Artillería Antiaérea, mi General Cuesta, a la Jefatura del Acuartelamiento Capitán Guiloche”, mi Coronel Busquier, y a su Unidad de Servicios, mi Teniente Coronel Cobarro, por haber hecho posible esta ceremonia en este marco tan incomparable como por mí querido.
El hasta hace unos días primer artillero del Regimiento de Artillería Antiaérea nº 71, el Teniente General Cayetano Miró, recientemente fallecido, nos acostumbraba a explicar la simbología de los hilos de las borlas de la faja de general cuando actuaba de padrino en similares ceremonias. Hoy quiero recoger sus palabras como muestra de recuerdo y homenaje a su persona, pero también para ilustrar mis últimas reflexiones.
Tendré siempre presente que los hilos de la primera borla simbolizan a los subordinados que he tenido en mi vida militar, a los que desinteresadamente han trabajado en mi beneficio en aras del cumplimiento del deber, pero sin el reconocimiento, expectativas y satisfacciones profesionales que desde el inicio de mi carrera yo continuamente he recibido. Hay muchos méritos de otras personas, que a mí no me corresponden, detrás de mi presunto éxito profesional. Soy consciente de ello y siempre lo recordaré.
El significado de la segunda borla enlaza con otro sentimiento que hoy quiero compartir con ustedes: el compromiso. Sus hilos son las decisiones que me quedan por tomar, las acciones que me restan realizar, los sacrificios que todavía deberé hacer para seguir cumpliendo con mi deber. El ascenso a General de Brigada, lejos de ser un punto de llegada, es una posición de partida desde la que afrontar nuevos retos y responsabilidades. No dejo de reconocerles que me encuentro tanto o más preocupado que cuando, con el despacho de Teniente bajo el brazo, hacía mi presentación en Vicálvaro. También debo decirles que creo mantener la misma ilusión. El compromiso de defender a la Patria con la vida si preciso fuere que realicé en Montelarreina, me sigue llevando a intentar cumplir mis cometidos diarios de la mejor manera posible. Pido a Dios que me dé fuerza y acierto en ese empeño y estoy seguro de que contaré con el apoyo de todos los presentes para hacerme acreedor día a día de los honores recibidos y así ostentar con dignidad la faja de General que desde hoy llevaré sobre mi cintura.
Amador Enseñat y Berea.
Fuencarral (Madrid), a 27 de septiembre de 2013