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Palabras del JEME sobre las líneas de actuación que han de guiarnos durante los próximos meses para amortiguar los efectos derivados de la crisis sanitaria

jueves 18 de junio de 2020

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Ejército de Tierra

Como Jefe del Ejército de Tierra, quiero compartir con vosotros las líneas de actuación que han de guiarnos durante los próximos meses para amortiguar los efectos derivados de la crisis sanitaria. Directrices que van a exigir, como siempre, el máximo esfuerzo y colaboración de todos y cada uno de nosotros y que resumo en tres ideas principales que quiero que retengáis y apliquéis desde este mismo momento.

Entre todos debemos:

- Dirigir nuestro esfuerzo principal a estar más y mejor preparados para afrontar cualquier posible crisis similar al COVID-19.
- Garantizar las condiciones mínimas necesarias para sostener, y si es posible mejorar las condiciones de vida y trabajo en las unidades del ET.
- Preservar las capacidades operativas esenciales, el liderazgo en nuestras unidades y la formación en valores.

Todos somos conscientes de los graves efectos, de distinto tipo, causados por esta pandemia en nuestra sociedad. La lucha contra el COVID-19 no es, evidentemente, una guerra. Sin embargo, ha causado bajas, se ha extendido y ha sobrepasado fronteras, ha requerido exigentes esfuerzos de muchos sectores -especialmente del sanitario-, nos ha confinado y obligado a modificar hábitos de vida, ha generado una difícil situación económica y ha requerido y requerirá, una respuesta común. 

A petición de las autoridades, el Ejército dentro del esfuerzo conjunto de las Fuerzas Armadas ha apoyado realizando muchos y diferentes cometidos, todos bien conocidos, mostrándose como una herramienta útil y eficaz para paliar los efectos de la pandemia, que eran impredecibles hace sólo unos meses.

Tampoco nos es ajena la incertidumbre sobre el periodo post-pandemia, pero el futuro no está predeterminado, sino que podemos y debemos actuar sobre él. Éste es precisamente el primer mensaje que os adelantaba: como Ejército tenemos que prever, planear y prepararnos. Una y otra vez si fuera necesario. De la misma manera que hacemos con nuestras operaciones habituales. Éste debe ser nuestro esfuerzo principal en este momento, que continuará así hasta retornar a la senda de la normalidad.

Hemos actuado con éxito y hemos recibido de forma palpable el apoyo y agradecimiento de nuestra sociedad, pero no es momento ahora de detenernos. El Ejército de Tierra está desarrollando un Plan de Contingencia en el que debemos partir de las lecciones identificadas en la “Operación Balmis” y reforzar algunas capacidades que, como la logística, el apoyo sanitario, las unidades NBQ u otras, se han mostrado cruciales en este marco de actuación. Debemos también mejorar nuestros procedimientos de apoyo a las autoridades civiles, especialmente en caso de tener que actuar como Agentes de la Autoridad, acumular reservas de equipos de protección y organizar nuestras actividades diarias y el adiestramiento de las unidades para minimizar contagios.
 
En este nuevo escenario, el capital humano continúa siendo el centro de gravedad y será necesario garantizar, como antes indicaba, las condiciones de vida y de trabajo adecuadas. No serán siempre las óptimas, pero sí deberán ser las mínimas necesarias que sirvan de apoyo al desarrollo de nuestros cometidos y al cumplimiento de nuestras misiones.

Además de las personas individuales que lo componen, el Ejército, como Institución, también sufrirá los efectos de la crisis. Nos afectará, sin duda, el nuevo y difícil escenario económico. Es en esta complicada situación donde el liderazgo de todos los que componemos el Ejército debe contribuir a revertir la situación, restableciendo la normalidad lo antes posible. Si sumamos al liderazgo la iniciativa en cada escalón, antes conseguiremos la vuelta a la normalidad. 

Es preciso insistir en la importancia de la cohesión de las pequeñas unidades tipo compañía, que solo se consigue mediante la convivencia diaria y la realización de ejercicios de entidad reducida. En este marco de actuación, el comportamiento del Ejército de Tierra deberá seguir siendo ejemplar y pondrá todos sus recursos para hacer frente al desafío, con el firme propósito de adelantarse a los acontecimientos y con la esperanza de que, superada la situación, salgamos fortalecidos en aspectos intangibles como la moral y la cohesión.

Para ello, nuestro primer paso será preservar lo esencial para mantener el funcionamiento del Ejército con unas adecuadas y aceptables condiciones de preparación y disponibilidad, que ocasionarán sacrificios y renuncias temporales en el resto de acciones.

Es probable que nuestros ciclos de instrucción y adiestramiento, así como el mantenimiento de vehículos, armamento o material se vean transitoriamente afectados, durante un tiempo que no debería extenderse más allá de los dieciocho meses. En este proceso, se establecerán diferentes objetivos de disponibilidad y se adelantarán las secuencias temporales de bajas de los materiales principales que ya estaban previstas, ahorrando el coste de su mantenimiento en beneficio del sostenimiento de las flotas imprescindibles, evitando que esta crisis acabe produciendo daños irreparables.

Igualmente, de acuerdo a las prioridades que indique el Ministerio de Defensa y en línea con nuestros aliados, es posible que nuestra participación en operaciones en el exterior se vea afectada. No obstante, en algunos teatros las amenazas podrán seguir aumentando y debemos estar en condiciones de garantizar, en cualquier caso, el cumplimiento de nuestra misión y de los compromisos internacionales adquiridos.

La resiliencia y capacidad de adaptación, que han formado parte inseparable de los ejércitos vencedores y de aquellos que han superado los cambios de ciclo históricos, también serán ahora de aplicación. Debemos entender que estamos ante una época de profundos cambios y puede que, incluso, ante un cambio de época. Esto exigirá, de cada uno de nosotros, una mentalidad flexible para considerar nuevos planteamientos y audaz para llevar a cabo las acciones que materialicen esos cambios.

Debemos aprovechar este momento para abordar con decisión algunos cambios que hemos estado posponiendo demasiado tiempo. Tenemos que impulsar la transformación de nuestra organización para ser más eficientes y para orientarnos totalmente a la misión. Este concepto de Mando Orientado a la Misión es, si cabe, más necesario que nunca. Requerirá priorizar la cadena orgánica y maximizar el liderazgo y la iniciativa en cada escalón, para que en todos los niveles de mando se puedan alcanzar los objetivos con suficiente autonomía, guiados por las directrices recibidas.

Como conclusión, sabéis que afrontamos tiempos difíciles, pero conocéis también que llegamos a este momento crucial con el máximo apoyo de nuestra sociedad. Queremos seguir siendo útiles y para ello debemos adaptarnos, aferrarnos a nuestra vocación de servicio, sacrificando algunas cosas y priorizando otras. Adelantarnos al presente y mirar hacia el futuro. Avanzar, al fin y al cabo, como siempre lo hemos hecho, con el único objetivo de servir a España.