A Ludina solo sube el viento
Capitán Jesús Julián García del Castillo
13ª Compañía de la Bandera 'Ortiz de Zárate', III de Paracaidistas
ES 28 DE AGOSTO DE 2012 EN AFGANISTÁN.
Las fechas no las marca el tiempo, sino el viento que las deja pasar sin inmutarse o las llena de hechos y de heridas. El movimiento lo inicia la 13 Compañía (TF13) del Batallón de Maniobra “Badghis”, que en esta ocasión parte, casi al completo, desde la base “Ruy González de Clavijo”, en Qala-I-Naw, rumbo a Sang Atesh, en Ludina.
Ludina la conocen perfectamente. Han estado desplegados en la Posición avanzada de Combate (COP, en inglés) “Bernardo de Gálvez” desde el día 1 de junio hasta finales del mes de julio, y durante todos esos días han hecho suyo el terreno; conociéndolo, oliendo el aire, desoyendo el clima, árido y duro, frecuentando a sus gentes, hastiadas de señores de la guerra y de combates. Ya se han visto antes con las contrarias caras de la insurgencia. Llevan casi tres meses en Afganistán y hoy, día 28 de agosto, se les ha encomendado una misión distinta, la operación “Estaca”. Van a golpear detrás de las líneas insurgentes; donde no se lo esperan. Van a destruir sus depósitos de armamento y explosivos. Van a hacer tantas cosas. Todo tan difícil.
Primero, un movimiento para que parezca que la COP, que guarnecen Ludina, están relevando. Luego, simularán que van a realizar un convoy hacia el norte, más allá del punto de verificación, llamado “Mara 8”, y allí van a establecer la base de patrullas como en un día normal.
A las dos de la madrugada inician el movimiento con el elemento de combate a pie: 60 paracaidistas de la TF 13, la Unidad de Reconocimiento (con equipos IED) y el elemento de seguridad de la TF 11. Es 29 de agosto y es de noche. Son las dos de la madrugada: «Krusty, para toda la malla, iniciamos movimiento». El viento, que es quien escribe sus huellas sobre el calendario, los acompaña; y las pacientes estrellas.
Pronto empezarán los combates. Deben tomar las primeras posiciones en las cotas 924 y la 925. A unos 40 metros de la cota 924, el sargento Puche, desplegado en el flanco derecho, comunica que está escuchando voces altas y en lengua local. Tras comprobar esta información el personal hace cuerpo a tierra, justo en el momento que varios insurgentes comienzan a disparar. Automáticamente responden con fuego en la dirección de las trazadoras enemigas, maniobrando para poder apoyar a los compañeros.
La cota 924 es fundamental para la maniobra, y el capitán Jesús García del Castillo ordena al teniente Mayoral que con su sección desaloje al enemigo de la misma en un rápido y duro combate. Posteriormente se dan las órdenes para conquistar la cota 925. Rápido, el 1º pelotón de la III Sección, dirige sus movimientos y su fuego hacia ella. El sargento 1º Varela y sus jefes de escuadra, el cabo Sansano y el Cabo Marulanda, mueven el pelotón, amparado por el movimiento, el fuego y la noche, con rápidos saltos. A las 4.17 es tomada esa importante posición.
Una vez ocupadas las dos cotas se recibe la orden de continuar con el despliegue dirección sur. A las 4.32 se vuelve a lanzar el Raven. Un águila con ojos de acero que llega donde nadie llega; rápidamente localiza unos quince insurgentes, así como tres motocicletas.
Mientras la I Sección ocupa las posiciones finales de su despliegue, descubre a otro grupo numeroso de insurgentes, todos armados y con elementos de transmisiones. Saben que tienen poco tiempo para fortificar las posiciones, y se aprestan a ello con esfuerzo y rapidez. El enemigo está cerca, cada vez más numeroso y está organizando sus próximos movimientos. El capitán sabe que, sin una posición defensiva bien habilitada y pertrechada, la defensa se tornará difícil. Son muchos los insurgentes localizados en diversos grupos, así como seis motos con personal armado.
En el momento en que las motocicletas comienzan a descrestar para comenzar el ataque, las fuerzas españolas abren fuego sobre el personal insurgente que intenta el avance. El enemigo reacciona rápido con fuego de fusilería, ametralladoras y cohetes contra los paracaidistas. En esas situaciones la unidad es la clave del éxito; el capitán García del Castillo lo sabe; y sabe que los hombres y mujeres que componen su Compañía, con su instrucción y disciplina, harán que cualquier orden que reciban se convierta en una pequeña conquista.
Las distancias son muy cortas. Las cotas se estrechan, los valles se arrebolan con el polvo y el viento, que parece que es quien mueve lento el tiempo en este lugar de Ludina. Ellos saben que desde Ludina hoy no suben los sueños, porque ellos solo ven subir al viento.
Los disparos insurgentes se hacen cada vez más precisos y desde más posiciones, aumentando en cadencia y número. La situación comienza a ser crítica y se hace necesario apoyar con fuego de ametralladora a la I Sección para que pueda romper el contacto y consiga parapetarse tras los muros de un cementerio cercano.
Hay nuevos ataques que desde el oeste buscan a las fuerzas españolas salvando mogotes, cerrando el valle, buscando caminos y hondonadas. El puesto de mando (PC) está siendo atacado, se responde al fuego con más fuego de ametralladora del pelotón de apoyo. Ante esto, el cabo Perona ocupa una nueva posición con su ametralladora ligera, sin cejar en su empeño de evitar que la insurgencia gane un metro en los combates.
Debido a lo delicado de la situación, los caballeros legionarios paracaidistas (CLP) Morales y Galera ocupan una nueva posición para repeler el fuego enemigo, sin ninguna protección y sin ninguna duda, y haciendo un fuego tan eficaz sobre la insurgencia que, de pronto, quedan mudas por un instante las armas insurgentes y da la oportunidad al observador para enviar datos de tiro a los morteros.
En el cementerio no están mejor. Las fuerzas españolas se defienden con dureza; y ante tamaña cantidad de disparos se dan cuenta de que los impactos de bala de la insurgencia están traspasando las endebles paredes de piedra y barro para escribir una frase secreta o una sentencia que solo los paracaidistas españoles conocen. Toda la Compañía se encuentra empeñada en el combate en estos momentos, aunque en Ludina sólo ven moverse al viento.
«En tres minutos apoyo aéreo en zona». Con esta frase saben que la situación va a cambiar, son las 9.01. Tras la entrada en acción de los aviones, el silencio reina en la zona. No saben cuánto durará. No les preocupa el tiempo.
A las 9.30 se inicia el repliegue, según lo previsto, hacia la base de patrullas (BP), ordenándose a la III Sección que se dirija a la cota 902. Realizándose este movimiento en dos saltos sucesivos para evitar que la insurgencia pueda tomar la iniciativa.
En ese momento comienzan otra vez a recibir fuego, al principio esporádico; pero pronto se transforma nuevamente en un duro ataque. Los insurgentes han sufrido un gran daño y no quieren que las fuerzas españolas salgan de ese laberinto que tejieron casi sin perjuicio.
De nuevo les toca entrar en combate. Otra vez se ponen en guardia y empiezan a contestar a los ataques. La insurgencia está recibiendo un duro castigo pero no ceja en su empeño. Los paracaidistas tampoco: el pelotón del cabo 1º Fraile cubre el movimiento de la III Sección, los CLP Pérez González y Riofrío Robles tienen que abandonar sus posiciones fortificadas con su ametralladora para ocupar otra sin fortificar. No dudan, allá van a una posición menos segura; pero que servirá para apoyar a sus compañeros con más efectividad. Triunfar o morir es su lema. No quieren otro.
Los impactos de las ráfagas caen a escasos centímetros de sus posiciones, pero los paracaidistas responden una y otra vez con sus armas, repeliendo el terrible ataque al que se ven sometidos. La ametralladora MG de los CLP Jesús Fraile y Daniel Moyano no paran de buscar al enemigo, repeliendo los ataques; son las dos caras enfrentadas al hierro que suena como un eco. Todo el mundo está empeñado otra vez en el combate. No pasan las horas, pero ellos solo ven pasar el viento.
El radio-operador CLP Juan Jesús Guillén mira, con la cara llena de tierra, al capitán García del Castillo. Los impactos están destrozando los sacos terreros del pozo de tirador que han excavado en la ladera de la cota con buril de guerrero. No hay muchas opciones; con muchas dificultades responden al fuego… De pronto, como de la nada, aparecen el cabo mayor Luque y los cabos Risueño y Castellar con sus equipos de tiradores de Barret, que neutralizan los orígenes de fuego que les tenían fijados.
En ese preciso momento, «¡humo rojo!, ¡no puede ser!, ¡tenemos una baja!». El CLP Fraile ha recibido varios impactos de bala
En ese preciso momento, «¡humo rojo!, ¡no puede ser!, ¡tenemos una baja!» El CLP Fraile, mientras apoyaba con su ametralladora a sus compañeros, ha recibido varios impactos de bala en las dos piernas.
Son las 10.16 cuando el sargento 1º Montesinos, señaliza la posición del herido con un bote de humo rojo. El caballero legionario paracaidista Moyano se agacha sobre él para protegerlo. Están recibiendo disparos por todos lados. Moyano intenta arrastrar a Fraile para sacarlo de la zona de muerte. Entonces, el sargento Puche corre hacia su posición y entre los dos lo mueven. Fraile saca fuerzas del acero que lleva en las piernas y consigue saltar con ayuda de sus compañeros y se ponen a cubierto.
El resto de la compañía, dándoles protección, bate por el fuego a cuantos intentan acabar con sus vidas. Rápido actúa todo el pelotón poniendo sendos torniquetes en las piernas atravesadas por los disparos y el dolor. Nadie se queda atrás. El equipo de evacuación médica (MEDEVAC), ya está en camino. A Ludina sólo sube el viento, y eso que un viejo del lugar contaba que también subían los sueños.
El fuego enemigo y la violencia del combate no ceja. El humo rojo pinta el aire y el viento lo pega al calendario. El enemigo está a escasos 500 metros. El fuego de la insurgencia continúa sin descanso ni empeño, pero es respondido por todos los componentes de la unidad con precisión, no cediendo ni un milímetro del terreno a pesar de la intensidad del fuego y de las escarpadas colinas, favorables en ese momento a la insurgencia. Los insurgentes están siendo batidos por los paracaidistas con la paciencia de las estrellas y con las pausas medidas que vuelan por las transmisiones en forma de órdenes. El capitán sabe que toda su unidad ha hecho un gran trabajo, y piensa que hay pocos como ellos. Mientras, en ese momento, entra de nuevo en zona el apoyo aéreo. Son las 10.40. El aire se llena de sonidos, silbidos de bala, órdenes a voz en grito, rotores de helicóptero…y explosiones, muchas explosiones.
El capitán recuerda lo pasado y piensa: «Si alguna vez cuentan mi historia, que digan que caminé junto a gigantes»
Tras las explosiones, algunas de ellas a menos de 1.000 metros de sus posiciones, solo se escucha el silencio… Son las once. Fraile es evacuado, se recuperará. El capitán recuerda lo pasado y piensa: «Si alguna vez cuentan mi historia, que digan que caminé junto a gigantes». Entonces llega la orden: «Krusty para toda la malla, iniciamos movimiento de vuelta». Misión cumplida, a Ludina ya no sólo sube el viento.
Por esta acción de combate fueron concedidas:
- 6 Cruces del Mérito Militar con distintivo rojo (en próximos números).
- 4 Citaciones en la Orden General.
- 17 Acreditaciones de Valor.
- 25 Hechos de Armas.
Texto no traducido
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