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Inspección General del Ejército (IGE)

Inspección General del Ejército

Notícies

miércoles 25 de noviembre de 2015

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Concierto en conmemoración del V centenario del fallecimiento del Gran Capitán

D, Gonzalo Fernández de Córdoba

D, Gonzalo Fernández de Córdoba

Salón del Trono

Salón del Trono

El Teniente General cierra la velada

El Teniente General cierra la velada

 

El pasado 25 de noviembre se celebró, en el Salón del Trono del Palacio de Capitanía, un nuevo capítulo del ciclo anual de conciertos de la Inspección General del Ejército.
Interpretado por la Unidad de Música de la Inspección, bajo la batuta de su Director, el Teniente Músico D. Armando Bernabeu, el programa musical se orientó esta vez a cumplir rendido homenaje a uno de nuestros más ilustres soldados: D. Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar, duque de Santángelo, Terranova, Andría, Montalto y Sessa, caballero y comendador de la Orden de Santiago, el “Gran Capitán”.
Nacido en Montilla (Córdoba), el 1 de septiembre de 1453, y fallecido en Loja (Granada) el 2 de diciembre de 1515. Conmemoramos este año el 500 aniversario del fallecimiento de uno de los más excelentes jefes de nuestro Ejército. No en vano, el primer Tercio de La Legión española lleva su nombre.
Era pariente de Fernando el Católico, miembro de la nobleza andaluza, y partidario de la causa Isabelina en la guerra de sucesión castellana, en la que inició su carrera militar. Su nombre empieza a destacar entre los más nobles guerreros en la batalla de Albuera, contra los portugueses, en 1479.
Fue en la larga guerra de Granada donde demostró sus dotes de mando, liderazgo, valentía e incluso ingenio técnico al diseñar una nueva máquina de asalto. En el asedio a Montefrío mandó el cuerpo de asalto, siendo el primero en ascender por la muralla a la vista del enemigo; y en la batalla de Loja hizo prisionero al último monarca nazarí: Boabdil, quien se rindió pidiendo piedad para los vencidos.
Las dos campañas de Italia, entre 1494 y 1504 consagraron definitivamente su valía militar, ganándose el sobrenombre de “El Gran Capitán” en la primera de ellas, y la total confianza del Rey de España, que le nombra virrey de Nápoles al término de la segunda.
El Gran Capitán fue un genio militar excepcionalmente dotado, que por primera vez manejó combinadamente la infantería, la caballería, y la artillería aprovechándose del apoyo naval. Supo mover hábilmente a sus tropas y llevar al enemigo al terreno que había elegido como más favorable. Revolucionó la técnica militar mediante la reorganización de la infantería en Coronelías (embrión de los futuros Tercios). Idolatrado por sus soldados y admirado por todos, tuvo en su popularidad su mayor enemigo. Adiestró a sus hombres mediante una disciplina rigurosa y formó su moral despertando en ellos el orgullo de cuerpo, la dignidad personal, el sentido del honor nacional y el interés religioso. Hizo de la infantería española aquel ejército formidable del que decían los franceses después de haber luchado contra él, que «no habían combatido con hombres sino con diablos».
Las cuentas del Gran Capitán.
Aunque puede que no sea más que una leyenda, se cuenta que el rey Fernando el Católico pidió a don Gonzalo cuentas de en qué había gastado el dinero de su reino. Esto habría sido visto por éste como un insulto. De la respuesta hay varias versiones, la más común diría:
Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.
Cierta la anécdota o no, la expresión “las cuentas del Gran Capitán” han quedado como frase hecha para una relación poco pormenorizada, en la que los elementos que la integran parecen exagerados, o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.