Enemigo a las puertas
El destino no lo marcan los relojes. Sobre las 11.50 comienzan los disparos y el sargento 1º González corre a recoger su armamento.
Durante el viaje, el enlace por radio con la base “Al Andalus” en Najaf es continuo. Saben que hay prevista una manifestación, ya que el día anterior tropas estadounidenses han detenido al segundo de Muqtada Al Sadr, el imán Al Yaqubi. Y que en las puertas de la base ha habido una gran manifestación esa tarde, encabezada por la mujer de Al Yaqubi.
Los informes cuentan que esa mañana, sobre las ocho, esta prevista una nueva manifestación y, en previsión de que la puerta principal esté copada de manifestantes, reciben órdenes de entrar por la puerta Baker; y hacia ella se dirigen. Pero, cuando llegan a Najaf comprueban que todo está en calma y pueden entrar por la puerta principal.
Nadie ignora qué día es. Es el amanecer del 4 de abril del año 2004. Cuando el día tardó mucho y las horas iban y venían de la mano de todos aquellos que se encontraron a un lado y a otro de la base “Al Andalus”, en Najaf; y todas las arenas de Irak convergieron delante de sus puertas. Cuando la Caballería llega al destacamento no se extraña al ver a unos cuarenta soldados iraquíes equipados con material antidisturbios. El exterior en ese momento está tranquilo y los antidisturbios iraquíes descansan bajo la poca sombra que se deja ver ese día. El 4 del 4 del año 04 es un día de calor.
Cuando los tres VEC llegan el pelotón saliente está, en ese momento, haciendo un reconocimiento de la zona en helicóptero. El horario de comida ha comenzado a las 11.30; el reloj del capitán Placer, jefe del Escuadrón, marca las 11.40, pero decide esperar a que regresase la unidad a la que tienen que relevar para ir a comer todos juntos.
Pero, como el destino no lo marcan los relojes, sobre las 11.50 comienzan a escucharse disparos. Inicialmente la intensidad es muy leve; pero como el arma nunca estorba a un soldado, el sargento 1º Jorge González Vergara, corre al Cuerpo de Guardia a recoger su armamento, para posteriormente dirigirse a su dormitorio, en las naves aledañas, para agarrar con rapidez su casco y su chaleco antibalas. A escasos metros de la puerta de la nave hay apostado un blindado español, en posición de vigilancia, y el soldado que maneja la ametralladora en la escotilla le advierte de que un grupo de iraquíes se acerca en masa, algunos de ellos vestidos de uniforme.
Sin pensarlo, pues sabe que no son las horas las que tardan en llegar, sino el alma quien se demora en acercarse, se dirige con velocidad hacia ellos con el HK ya montado y el seguro quitado. Los encañona y les grita con voz grave que se tumben en el suelo, cosa que hacen al instante. Uno de los civiles levanta una mano y le enseña una tarjeta que lleva colgada en el cuello, y le dice con cara desencajada que es un intérprete. El sargento 1º Vergara no deja que se levanten y, poco a poco, va aclarando la situación; mientras, no deja de buscar con la mirada cualquier movimiento extraño. Prefiere parecer destemplado y firme en sus gestos. Rápidamente se identifican como intérpretes y soldados iraquíes que, preparados para intervenir como antidisturbios en la manifestación, cuando empieza el tiroteo, y sin portar armas de fuego, optan por cubrirse dentro de la base. No obstante, Jorge les pide que se mantengan en la misma posición hasta que le lleguen refuerzos.
La intensidad del ataque ya no se esconde, y el fuego se ha hecho dueño de la frontera entre los soldados españoles y los atacantes enemigos.
La intensidad del ataque ya no se esconde, y el fuego se ha hecho dueño de la frontera que separa a los soldados españoles de los atacantes enemigos que pretenden tomar la base. Empiezan esos momentos en que la razón y la voluntad viajan solas en manos de la mucha instrucción y de la continua formación en el combate, dos extremos que nunca encuentran la virtud en su medio, sino en la exageración del esfuerzo.
El capitán Placer decidió, mientras esperaba órdenes, que toda la unidad ocupara sus puestos en los VEC. Las armas de fuego y todo el escenario que en el combate las acompaña envuelven la batalla; y Jorge, de la XVI promoción de la Academia General Básica y que ya anduvo en Bosnia en el año 1994, sabe que es el momento de pensar solo en la batalla y procurar que su vehículo, sus armas y sus hombres sean como los antiguos centauros, que para eso son de caballería, un único ser.
Ningún soldado imagina ningún mal, ni pena, ni tristeza hasta después del combate, y el fin principal es batirse con fiereza por las causas justas. Desde la radio ordenan al pelotón de Jorge que refuerce la puerta principal, pues el enemigo está a las puertas y pretende doblegar la defensa por esa zona más vulnerable. Los dos VEC van “a galope” hacia la zona designada, uno al mando de Jorge y el otro al del cabo 1º Molero. Jorge designa los sectores de tiro de cada blindado y se disponen a no dar un paso atrás. No hay alternativa, saben que allí están sin ninguna idea de retroceso. Si ellos no consiguen detener a los enemigos en esa puerta, será muy difícil evitar que tomen la base.
No hay más término que hacer huir al enemigo que ha buscado, desde la tarde anterior, un desmedido y numeroso enfrentamiento; aunque se les ha hecho saber, por todos los medios posibles, que las tropas españolas nada tienen que ver con la detención de Al Yaqubi y que el lugarteniente de Moqtada Al Sader no está allí retenido.
De pronto, Jorge observa una furgoneta que se acerca, mientras desciende de ella un grupo de insurgentes disparando. Inmediatamente da la orden al cabo Tomás, su tirador, que abra fuego con el cañón de 25 mm. El vehículo explosiona y las llamas avisan de que la Caballería está a las puertas, y que ni siquiera la puertas de Tebas fueron tan bien defendidas.
Para alguien ajeno a las unidades que combaten, puede parecer un caos la batalla, pero todo tiene su medida y movimiento; y su cambiante curso no es sino el nuevo firme crédito que atesora una unidad bien instruida; aunque pueda parecer grande el daño.
Un camión recibe, desde el VEC de Jorge, tres disparos precisos que entran por la ventana del vehículo, con lo que se silencia el fuego y se evita ese peligro.
Cuando los VEC abren fuego por primera vez, el sonido característico de los disparos del cañón M-242, de 25 mm, parece que silencia el resto del combate. Con una precisión de relojero va acallando cuantas bocas de fuego y objetivos van siendo asignados al pelotón de Caballería. Un camión, por cuya cabina están haciendo fuego contra la base, recibe, desde el VEC de Jorge, tres disparos precisos que entran por la ventana del vehículo, silenciando el fuego y evitando ese peligro.
No paran de recibir fuego enemigo desde el frente y los flancos. Un cohete RPG cae a unos metros y Jorge piensa que ese tipo de armas son las que hay que temer; pues no ignora su daño y ha visto algún ejemplo de su eficacia contra blindados. Las armas contra carro continúan haciéndoles fuego. La tensión cada vez es mayor.
Dentro de los vehículos el calor es horrible, y el paso del tiempo se hace cada vez más lento y hay que tirar de él, porque entre pasado y futuro el presente ya empieza a hacerse demasiado largo. Ya llevan más de dos horas de combate, cuando por radio reciben la orden del coronel de hacer un uso racionado de la munición, por si quedan aislados por el enemigo; pero desde el inicio de los combates ya lo vienen haciendo, pues forma parte de la instrucción, la cadencia de los disparos, la selección de objetivos y la planificación de la disciplina de fuegos, según la variación de las circunstancias que envuelven el combate.
Los relojes han corrido más de dos horas, y Jorge cuando oye el ruido de los rotores de los helicópteros sabe que los refuerzos están llegando y que la lucha cambiará su cariz; y que si, hasta ahora nadie ha conseguido poner un pie en la imaginaria línea que divide la puerta principal de la base, ahora, con el apoyo de dos helicópteros Apache, cuatro Defenders y tres Black Hawk, con soldados estadounidenses a bordo, la base no podrá ser tomada por el enemigo, que se quedará a las puertas.
Poco a poco, la intensidad del fuego va descendiendo, oyéndose solo algunas ráfagas aisladas. Los VEC y sus soldados han aguantado, sin ceder un milímetro, su posición durante toda la batalla. Sin comer, orinando en botellas, teniendo prudencia para no deshidratarse; pues las aguas del río de Heráclito se olvidaron de pasar por allí y todo su movimiento se convirtió en inmóvil resistencia y todo su caudal en arena del desierto.
Dicen que hay dos maneras de ser un héroe; o haciendo lo que se debe hacer o no haciendo lo que no se debe hacer; y el pelotón del sargento 1º Jorge González Vergara —en el que estaban Tomás, Fidel, Pinar, Herrera, Molero, San José, Isidro, Soria y el Sevi— durante la batalla de Najaf, mientras defendían la base “Al Andalus” con el enemigo a las puertas, hicieron lo que se debe hacer.
Entrevista al sargento 1º Vergara
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